Piratas del Caribe: La Venganza de Salazar

Crítica de Ezequiel Boetti - Otros Cines

La popular saga de piratas regresa a 14 años del film original con unos cuantos hallazgos de la mano de los directores noruegos de Kon-Tiki.

Piratas del Caribe debutó en 2003 con La maldición del Perla Negra. Aquella película tenía un equipo actoral en estado de gracia y un sentido del espectáculo puesto al servicio de un relato de aventuras hecho y derecho que, con el correr los años y el avance de la saga, mutó en automatismo y falta de frescura.

El guionista Jeff Nathanson ha reconocido en algunas entrevistas que la referencia principal para su trabajo fue La maldición del Perla Nerga. Se entiende, entonces, que la quinta entrega marque un regreso al espíritu de aquel film de Gore Verbinski, convirtiéndose así en una pequeña bocanada de aire para una saga que empezaba a asfixiarse con películas graves y aburridas.

El film encuentra a Jack Sparrow escondido en Bahamas, a donde llega un joven marinero con el objetivo de encontrar el legendario Tridente de Poseidón. Él trae también una noticia preocupante para Sparrow: el Capitán Salazar (Javier Bardem) logró escapar de su fantasmagórico destino en una zona inexplorada del Océano y ahora navega ávido de revancha. Sparrow y su ocasional compañero unirán fuerzas con Carina, una astrónoma acusada de brujería, para volver a embarcarse y enfrentarse no sólo a Salazar, sino también a su flamante aliado, Héctor Barbossa (Geoffrey Rush).

Dirigida por los noruegos Joachim Rønning y Espen Sandberg (Kon-Tiki), Piratas del Caribe: La venganza de Salasar está menos preocupada por profundizar la mitología de todo ese universo de pulpos gigantes y miles de leyendas marinas que por construir un relato terso y entretenido, aunque por momentos acuoso y con algunos detalles inocuos, que avanza como consecuencia de las acciones y no de las palabras.

El que definitivamente no entretiene es Johnny Depp, que desde que encontró en Jack Sparrow a su personaje franquicia no hace más que andar repitiendo una y otra vez los mismos gestos, intentando que la película esté a su servicio. Si entendería que en realidad es él el que debe ponerse a las órdenes de la film, el resultado sería bastante mejor.