Piratas del Caribe: La Venganza de Salazar

Crítica de Diego De Angelis - La Izquierda Diario

Maldición pirata

Una vez más, porque de insistir se trata el asunto, será una maldición el punto de partida que determinará el arranque de la nueva aventura de los piratas más populares de Disney. Piratas del Caribe: La Venganza de Salazar, quinta entrega de la saga, dirigida esta vez por el tándem Joachim Rønning y EspenSandberg, y escrita también a dúo por Jeff Nathanson y Terry Rossio, comenzará con la expedición nocturna de un niño que busca a su padre en las profundidades del océano. La figura paterna se constituirá en el fondo dramático de un film que pareciera secretamente perseguir, entre otras cosas, la reposición de una legitimidad perdida hace tiempo.

Will Turner (Orlando Bloom) padece una maldición despiadada que lo obliga a permanecer encerrado por tiempo indeterminado en El Holandés Errante, legendario barco de aventuras y desventuras. La única y remota chance que tiene residirá en que su hijo pueda conseguir el Tridente de Poseidón, un poderoso y bien guardado arpón capaz de quebrar todas y cada una de las maldiciones. Para conseguirlo, el niño deberá encontrar antes que ninguna otra cosa, y a pesar de la advertencia de su propio padre, a la única persona que podría ayudarlo: al excéntrico e irreverente Capitán Jack Sparrow (Johnny Depp), acaso el responsable que la saga siga despertando -si todavía lo hace- el interés del público juvenil. (Recordemos: la genial composición rockera del personaje se debió desde el principio a la inventiva del propio Deep, a pesar de las disposiciones contrarias que exigían los ejecutivos de Disney).

Seis años después, en la Isla de San Martin (Mar Caribe), el joven Henry Turner (Brenton Thwaites) encontrará finalmente a Sparrow, quien cargará también sobre sus espaldas una maldición, aunque de un orden diferente: la mala fortuna. Luego de un frustrado plan para robar un banco de la corona británica -ágil y divertida secuencia en donde aparecerá en escena el protagonista-, Sparrow perderá a su tripulación, cansada ya de seguir a un capitán sin buenos resultados ni un futuro esperanzador. Resignado y triste se dedicará a lo que mejor sabe: tomar todo el alcohol posible que le ofrezcan sus escasas monedas. Por si fuera poca su mala suerte, empezará a perseguirlo el temible Salazar (Javier Bardem), comandante del Imperio español que regresa desde el infierno de los muertos para "purificar" el mar de piratas y vengarse especialmente de Sparrow, culpable de haberlo conducido a la muerte en el pasado.

Completará la tropue Corina Smyth (Kaya Scodelaeio), una hermosa y joven mujer de las ciencias acusada de brujería. Ella intentará descifrar a través de la lectura de los astros un mapa que nadie ha podido leer jamás. Su búsqueda remitirá también a un legado paterno. Entre ella y el joven Turner surgirá una atracción inmediata. La dulzura y la inocencia definiránlos pasos del vínculo amoroso.

En Piratas del Caribe: La venganza de Salazar, ciertas intrigas se resolverán temprano para exhibir rápidamente los grandes momentos de acción que el público reclama y el film promete y cumple con eficacia. El mar se convertirá en un campo de batalla que reunirá a todos los implicados en la trama, a veces a partir de encadenamientos narrativos un tanto forzados y la acumulación de escenas similares unas de otras. Habrá lugar por supuesto para los reencuentros felices, enaltecidos por una banda sonora engolada y emotiva. Situaciones que el propio Sparrow no tardará en rechazar.

Será justamente él, el personaje más interesante de la saga, quien cerca del final pronuncie una frase que bien podría evidenciar, y por eso mismo resignificar, la maldiciónque a fin de cuentas lo persigue.“Una reunión más allá de mi horizonte”, deseará para sí, y dejará abierta la posibilidad de un nuevo viaje. Hacia dónde podrá dirigirse Sparrow. Hasta dónde podrá moverse el pirata acosado por un imperio. Hasta dónde, en definitiva, podrá extender su irreverencia y no convertirse –si aún no lo ha hecho- en una caricatura de sí mismo; seguramente graciosa, aunque inofensiva.