Pinocho

Crítica de María Paula Rios - Admit One

Resistiendo a ser domesticado.

El director italiano Matteo Garrone (sí, el de la brutal Dogman), realiza una adaptación a la pantalla grande de un cuento clásico: Pinocho. Y hace una transposición bastante fiel al relato original de Carlo Collodi, de 1882, bien alejado de la versión naif de Disney. Aquí no hay Pepe Grillos respetados y Gepetto (interpretado por Roberto Benigni) vive en plena pobreza, al punto de mendigar su comida. Bien podría ser un escenario de posguerra.

Ya desde el vamos observamos que Pinocho no va a ser creado en un contexto “fácil”, por así decirlo. Gepetto pide prestado un madero que resulta ser mágico, y al tallar perfectamente la marioneta de un niño, esta cobra vida. Nace Pinocho, un muñeco reluciente, con corazón de madera. Un Pinocho algo anárquico, que desde el primer momento no hará caso a su autoridad más cercana, en este caso su padre.

A fuerza de desobediencia, curiosidad por los de su especie, también un espíritu travieso, Pinocho irá transitando su camino para convertirse en humano, al aceptar ciertas reglas sociales y experimentar el sentimiento de la culpa. La película tiene el sello del cine de Garrone, que casualmente coincide con la idiosincrasia de la historia episódica original, que lejos de ser dirigida a un público infantil, nos muestra a un niño capaz de matar a un grillo parlante (sin piedad), o a un par de ladrones tratando de timar a un menor al punto de colgarlo de una soga hasta que muera (gracias al cielo siempre hay un hada buena).

Los personajes de Garrone saben de la derrota, tienen problemas para subsistir en una sociedad hostil. Bien alejado del romanticismo y con una apuesta en escena sorprendente, al director le interesa más describir la complejidad de la situación que explicarla. Acompañando una estética tan naturalista como surrealista, que se puede emparentar con la del checo Jan Švankmajer, nuestro Pinocho, a pesar de su naturaleza rebelde, terminará siendo domesticado. Una versión extraña, magnética… mágica.