Pinocho

Crítica de Denise Pieniazek - Puesta en escena

Pinocho, de padres a hijos

Después de ver interrumpida su distribución debido a la pandemia, la nueva versión de Pinocho se estrenó en los cines argentinos. El largometraje de Matteo Garrone, uno de los directores italianos más respetados del cine actual, posee dos nominaciones a los premios Oscars en las ternas Mejor diseño de vestuario y Mejor Maquillaje y Peinado. La entrega Nº93 de los premios de la Academia se llevará a cabo el próximo domingo 25 de abril

Por Denise Pieniazek

Después de Dogman (2008), el guionista y director Matteo Garrone vuelve al género fantástico con el que nos había deslumbrado mediante el largometraje de Il racconto dei racconti (2015), inspirado en los cuentos de hadas de Giambattista Basile. En esta ocasión, Garrone realiza una transposición de otro “relato de hadas”, protagonizado por uno de los personajes más célebres de la literatura infantil, Pinocho (2019). Dicho personaje fue creado en Italia por Carlo Collodi (Carlo Lorenzini) en 1882, año en que se publicó de forma serializada en el diario Giornale per I Bambini bajo el título de “Le avventure di Pinocchio” (“Las aventuras de Pinocho”). Como es de público conocimiento, una de sus adaptaciones más famosas es el clásico animado de Disney titulado Pinocho (Pinocchio,1940) que ha alcanzado a varias generaciones y popularizado el relato italiano. En contraposición a la animación de Disney, la película que nos presenta Garrone posee una mirada más adulta y profunda, puesto que, al igual que el texto literario, se dirige tanto a chicos como grandes, en todo su rango etario, ya que retoma la crudeza del texto de Collodi.

Antes de adentrarse en el análisis de Pinocho (2019) hay que recordar que hay varias versiones espectaculares del texto. En la década del ´70 se realizó Las aventuras de Pinocho, en la cual Nino Manfredi interpretaba a Gepetto y Gina Lollobrigida al Hada. Pero la transposición que no se puede dejar de mencionar es Pinocho (Pinocchio, 2002), escrita (junto con Vicenzo Cerami), dirigida y protagonizada por Roberto Benigni, quien llamativamente interpretó a Pinocho. Resulta pertinente mencionarlo, puesto que en la versión que nos atañe Benigni interpreta, más apropiadamente con su physique du role, a Gepetto. La versión de Benigni si bien estéticamente sobresale tiene la particularidad de cambiar el tono narrativo hacia la comicidad. Sin embargo, su problema y falta de verosimilitud era el resultado de que él mismo intérprete al “niño” en cuestión, porque un relato aleccionador de niños sin niños, resulta extraño.

Ahora sí, retomando la actual transposición de Garrone, lo primero que merece ser destacado, es lo bella que es Pinocho para la contemplación visual, así como también el excelente trabajo de maquillaje FX y el vestuario. El maquillaje de la película posee un gran trabajo en cuanto al realismo y texturas de los personajes, sin abusar de los efectos especiales digitales, que nos permiten adentrarnos de lleno en ese universo diegético. En este sentido, la película reivindica el trabajo artesanal, tanto dentro del relato a través del personaje de Gepetto, como desde la realización. Al igual que en Il racconto dei racconti, en Pinocho, la ambientación sobresaliente de época posee reminiscencias al medioevo y al barroco.

En cuanto al texto predecesor, la película en cuestión respeta fidedignamente el orden de secuencias y peripecias que padece Pinocho en lo que podría denominarse como una Bildungsroman (novela de aprendizaje), puesto que en este “viaje” Pinocho atravesará diversas pruebas que determinarán su autoconocimiento y su crecimiento moral de la niñez a la madurez. Al igual que el cuento de “Caperucita Roja”, Pinocho es un relato con moralejas para la pedagogía infantil. Asimismo, se mantiene la secuencia del “pez grande” que como es sabido mantiene una relación intertextual con el relato bíblico de Jonás (Ioná). Honestamente, Pinocho resulta algo extensa, quizás carece un poco de dinamismo o síntesis narrativa, y poco parece aportar novedosamente. A pesar de ello, hay que remarcar también que los paisajes de la Italia campestre, su clima de época y el retrato sobre la humildad y la pobreza dotan de realismo a esta transposición, que sin dudas se distancia de la superficialidad de las actuales versiones live-action de los Walt Disney Studios. Por ejemplo, en la escena inicial se observa al carpintero Gepetto pidiendo por trabajo, y posteriormente parece que el resto de los personajes recurren a toda clase de artimañas por sobrevivir.

Por último, el largometraje en cuestión profundiza sobre el vínculo padre-hijo, que, incluso leyéndolo desde la óptica actual, hay que destacar la potencia del texto literario en proponer un modelo de familia no tradicional. Todo un adelanto para su época, incluso si se piensa en una posible metáfora de otras formas de concebir un hijo, por como Pinocho cobra vida y Gepetto logra “traerlo al mundo”. La película profundizará sobre ese vínculo y el crecimiento espiritual de Pinocho, quien pasa de ser una marioneta con la “cabeza hueca” a un joven lleno de aprendizajes, obtenidos empíricamente gracias a la conducción del Hada madrina y del viejo grillo, quien representa simbólicamente su conciencia y la sabiduría. Cálidamente, el relato culmina circularmente la tesis sobre el vínculo padres-hijos, con el ciclo “natural” de la vida, pues es ahora Pinocho quien deberá cuidar de Gepetto.