Pinamar

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Olas que traen recuerdos.

Pablo (Juan Grandinetti) y Miguel (Agustín Pardella) son dos hermanos con personalidades diferentes pero unidos para la difícil tarea de hacerse cargo de las cenizas de su madre, fallecida en un accidente, y así cerrar una etapa con la venta de un inmueble, espacio donde pasaron parte de esa infancia y que guarda en cada rincón alguna historia, algún aroma y muchos fantasmas simbólicamente hablando.

El mar de Pinamar a pesar de transmitir tranquilidad al corazón, aquieta las tempestades del duelo. La pérdida de ese lugar de confort cuando todos eran familia llega con las olas y en la rompiente arrastra la nostalgia y la tristeza. Para Pablo, el tiempo de ese duelo es de reflexión mientras que Miguel escapa con la posibilidad de hacer algo en el balneario antes de poner la firma en el boleto de compra venta -junto a su hermano- y darle fin a una historia donde el balneario ya no tendrá el mismo peso.

Sin embargo, Laura (Violeta Palukas) la vecina abre las posibilidades de nuevas relaciones, aventuras amorosas fugaces. Su presencia aviva esa rivalidad constante entre los hermanos, aunque no se interpone del todo en ese lazo que los conecta desde el dolor, pero también desde la mutua compañía para transitar el proceso del duelo.

En su segundo opus, Federico Godfrid construye con calma un relato que gana emotividad sencillamente por la buena actuación del trío, que lleva adelante la historia. Aprovecha, gracias a la impecable fotografía de Fernando Lockett, las locaciones de un balneario solitario -al no estar sujeto al aluvión turístico- y en ese sentido la nostalgia por esa ciudad sintoniza mucho mejor con el tiempo interno del relato.