Pinamar

Crítica de Nicolás Feldmann - Proyector Fantasma

Volver a casa
Los balnearios fuera de temporada tienen ese dejo nostálgico propio del que sólo los visita en verano. Un escenario melancólico, gris y deshabitado capaz de rescatar recuerdos de la niñez, como también de forzar reencuentros y concretar amores perdidos. Por eso, no es casual que el director Federico Godfrid, como tantos otros en el nuevo cine argentino y latinoamericano, haya elegido la costa en invierno como testigo para contar una historia simple y emotiva, de esas que interpelan al espectador desde la identificación y la fibra sensible con una sencillez que conmueve.

Pinamar narra el regreso de Pablo y Miguel (Juan Grandinetti y Agustín Pardella), dos hermanos de veintipocos, a la ciudad costera con la intención de dejar allí las cenizas de su madre y cerrar de alguna manera el luto vendiendo el departamento en el que tantos recuerdos de vacaciones quedaron guardados. Sin embargo, no pasará mucho tiempo para que los roces entre hermanos comiencen a aflorar, a la par que reaparecen lugares, fotos y amistades que aluden a tiempos más felices, siendo la presencia de Laura (Violeta Palukas), un viejo amor de ambos en la adolescencia, lo que genere el mayor quiebre entre ellos.

“Yo no vine a pasarla bien”, le dice Pablo a su hermano cuando este lo incentiva a pedir parte de enfermo en el trabajo, y así descansar unos de días. La diferencia en la manera en que cada uno sobrelleva el dolor de la pérdida es lo que marca dos personalidades radicalmente opuestas, reflejadas en la actitud introvertida y contemplativa de Pablo y la espontaneidad y verborragia de Miguel. Algo que incluso se complementa en los momentos que Laura está cerca, generando una tensión sexual de la que ninguno se hace cargo.

Godfrid demuestra en su primera película en solitario – ya había codirigido con Juan Sasiaín La Tigra, Chaco (2009) – que la dirección de actores es su fuerte. Es así, que entre la gestualidad de Grandinetti y Pardella como partícipes de una dinámica de hermanos tan natural como entrañable, y la impronta solitaria de una Pinamar fantasmal, detenida en un invierno eterno y nostálgico, se construye en una pequeña historia sobre la importancia de los vínculos y la dificultad de emprender nuevos comienzos. Pero fundamentalmente en la magia de decir mucho con tan pocos recursos es lo que hace que Pinamar sea tan disfrutable.