Pies en la tierra

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

Una historia mínima en silla de ruedas

Al estilo de Una historia sencilla, de David Lynch, en la que un anciano cruzaba Estados Unidos a bordo de una cortadora de césped, Pies en la tierra es una road movie no convencional sólo por el vehículo que traslada al protagonista: una silla de ruedas. En este caso, el viaje es de un pueblito a otro de Entre Ríos: a partir de la inesperada muerte de su madre, Juan (gran trabajo de Francisco Cataldi), un discapacitado motriz que vive en el delta entrerriano, se larga a buscar a una prima y una sobrina, las únicas parientes que le quedan en un mundo sin celulares ni Internet.

El género de las road movies es tan atractivo como transitado: es difícil, a esta altura del partido, encontrarle una vuelta novedosa, y habría que preguntarse si no está agotado. Ya sabemos, por definición, que el protagonista se encontrará con personajes más o menos pintorescos a lo largo del camino, y que, al final del trayecto, su vida habrá cambiado (probablemente para mejor).

Pies en la tierra -al igual que Road July, otra película nacional del genéro estrenada este año- no se aparta de esta receta; su mayor originalidad reside en la silla de ruedas. Las comparaciones son odiosas pero, por lo visto, parece improbable que alguna road movie argentina se acerque a Historias mínimas, de Carlos Sorín.

De todos modos, el cordobés Mario Pedernera no tiene mayores pretensiones que contar, justamente, una historia mínima, y consigue que su opera prima tenga clima. Aunque unos subtítulos que aclararan esas cerradas dicciones litoraleñas no estarían de más, las actuaciones son, en general, muy buenas, y se destaca la de Carlos Belloso en la piel de un cantante rutero, místico y algo desquiciado que lleva adelante los mejores momentos de la película. También contribuye el verde paisaje entrerriano y el hecho de que, si bien la épica de la historia está basada en la condición del protagonista, no se utilice a la discapacidad como fuente de lágrimas.