Pie pequeño

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

La película habla de humanos y yetis, o de pies pequeños y pies grandes, o de cómo el otro puede ser visto como el monstruo a temer. Esta producción animada de las grandotas nos presenta el mundo de los yetis un poco como Hotel Transylvania nos presentaba el de los vampiros y sus asociados, y con tesis similares. También usa canciones un poco como Happy Feet, pero con menos gracia y despliegue. Además, expone y explica una cosmovisión cerrada, con dogmas de peso religioso, y también sus grietas, motores del conflicto. Y pivotea sobre el formato expositivo de "lo viralizable en internet".

Pie pequeño es una película animada de estos tiempos, un combo lustroso para targets globales y con poco de novedoso. Tiene un comienzo cuyo timing se ve afectado por cada uno de sus guiños, más apto para las redes sociales que para la cohesión de un relato cinematográfico. Sin embargo, la película mejora en cuanto se pone a andar, cuando comienza el viaje del héroe. Ahí todo trayecto "estirable" se ve beneficiado por felices elipsis, los personajes cobran vida al relacionarse entre ellos y ya no ser meros depositarios de etiquetas identificatorias prefabricadas, y los chistes empiezan a encadenarse de forma efectiva, porque ya se integran en la lógica de la aventura, ese marco clásico que proporciona un orden mayor, mejor y más divertido que el de la acumulación de ocurrencias efímeras, tal vez viralizables, tal vez rápidamente olvidables.