Philomena

Crítica de Marcelo Menichetti - La Capital

Dos historias de vida se entrecruzan cuando un periodista desocupado se entera de la historia de una mujer que debió dar en adopción a su hijo cinco décadas atrás y sueña con encontrarlo. Stephen Frears acompaña con su cámara la búsqueda que inician el escritor y la madre por Irlanda primero, y por los Estados Unidos después. Van tras los pasos de un fantasma que acosa a la mujer desde su adolescencia, cuando quedó embarazada tras un fugaz romance y debió entregar a su hijo en adopción a través de las monjas de un convento donde trabajaba como lavandera. El periodista, que se encuentra atravesando una crisis personal de la madurez acentuada por su falta de trabajo, asume a regañadientes la tarea de investigar, junto a la mujer, un pasado que encierra demasiadas incógnitas.

   El resultado de la experiencia fílmica es altamente positivo. La película le permite a la veterana Judi Dench dar cátedra de actuación, apoyada en un libro excepcional adaptado por el también actor Steve Coogan, que asume el rol del periodista que contó la historia.

   El valor más alto del filme se revela a través de los dramas que atraviesan a los personajes centrales y una ausencia que gravita sobre ellos como elemento aglutinante.

   Tanto la mujer que busca a su hijo, como el periodista que rastrea una historia, desnudadan sus carencias a lo largo de un viaje que deben realizar juntos para conjurar los dolores del pasado y tratar de encontrar la verdad que puede aportar un bálsamo a sus vidas.

   “Philomena” es una de esas películas que quedarán en el recuerdo porque refleja fielmente algunas de las curiosas formas que adoptan el dolor y la esperanza para convertirse en motores de las vidas de las personas.