Philomena

Crítica de Alejandra Portela - Leedor.com

Cuatro nominaciones al Oscar para la nueva película de Stephen Frears que no pasa desapercibida en la cartelera de Buenos Aires.

“Un buen director sin estilo” dice Gustavo Castagna en el diario Tiempo Argentino de Stephen Frears, cuya última pelicula está nominada para el premio Oscar en rubros como mejor pelicula, mejor guión adaptado, mejor actriz y banda sonora. En todo caso, si no se tuviera en cuenta la firma, no llevaría a pensar automáticamente en películas como Ropa limpia negocios sucios, Susurros en tus oidos, o la fundamental Relaciones peligrosas. Lo de Philomena no pasa de la media de estilo, es verdad. Ahora bien, hay dos cosas que sí tiene Philomena que la hacen atractiva como un imán: una, ese adorable personaje que construye Judy Dench, una actriz de 79 años que llena la pantalla con su enfermera, clase baja, lectora del Reader Digest, la otra la relación que establece con su partenaire, el periodista caído en desgracia Martin Sixsmith, interpretado por Steve Coogan. Coogan es un polémico actor, productor, personaje de los medios ingleses, que hace de su Martin Sixsmith un hombre amigable, protector, respetuoso, dueño de la enunciación de esta historia sobre la búsqueda que una madre irlandesa y septuagenaria que busca a su hijo arrancado de pequeño por las monjas de una institución de jóvenes expulsadas de sus casas por quedar embarazadas.

La acusación directa a la institución del catolicismo más anquilosado, el juicio sobre el periodismo inescrupuloso que busca la historia infeliz, el flagelo del SIDA en los años 90, son los tres costados más obvios de esta historia, obviedades que el guión bordea, sin profundizar y sin convertirlos en alegatos obtusos.

Lo mejor de Philomena es la cuestión humana que el guión del propio Coogan y Jeff Pope articula con destreza dentro de una historia demasiado densa y que se podría sintetizar en ese relato interminable que hace la mujer del contenido de una novela y que para Martin reemplaza la lectura del libro mismo. Un guiño a través del cual se intuye que esa relación entre Philomena-Martin es algo que recién empieza y la idea es que los hijos son los de la vida a veces mucho más que los del cuerpo.