Pescador

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

A caballo de otra gran labor de Darío Grandinetti, "Pescador" de José Glusmán, es un drama con tintes de policial y una historia que queda algo chica para el tamaño de intérpretes que maneja. Una playa, un grupo de jóvenes, un hombre solitario, el mar, y un pasado que esconder. "Pescador" teje un halo de misterio alrededor de una historia simple en la cual lo que importan son las relaciones humanas, más allá del entramado oscuro que se pueda tejer.
Franca (Jazmín Ezquivel) llega con dos amigos (Juan Grandinetti y Matías Marmorato) a un parador playero con la idea de instalarse en el lugar y pasar el verano regenteando un bar típico.
En el lugar encuentran a Santos (Darío Grandinetti) como vecino, un hombre solitario, silencioso, parco, con cara de pocos amigos, con el que les costará entablar algún tipo de contacto cordial.
Primero será uno de los chicos quién infructuosamente intente entablar diálogo con el lugareño. Más suerte tendrá Franca, quien con mucha calma se acercará a Santos y comenzará entre ellos un vínculo similar al de padre e hija, teniendo en cuenta la frialdad del hombre. Podría decirse que Santos y Franca son personalidades contrapuestas. Franca se mete, es curiosa, no pide permiso, y habla hasta que el otro responda, si se quiere es algo irrespetuosa, pero también frágil.
Santos es callado, escondedor, muestra lo que él quiere que se vea, no tiene intenciones de hacer amistades ni ser amable, definitivamente tiene un pasado del que no habla, y guarda una fortaleza en forma de coraza. Santos teme que la presencia de estos jóvenes altere la tranquilidad que busca en el lugar, los siente como una amenaza; sobre todo cuando Franca comience a indagar más de lo debido. José Glusmán en conjunto a Iván Tokman en el guion crean una atmosfera de calma nerviosa.
Con cinco películas anteriores en su haber José Glusmán se muestra como un realizador atento a los vínculos entre los personajes, y eso es lo que resalta en Pescador, más allá de una historia que pareciera algo corta.
El clima que se va creando entre estos cuatro evoluciona taciturnamente, pero con la sensación de que algo puede suceder en cualquier momento. La irrupción de otros personajes secundarios como el inspector compuesto por Darío Levy, y la abogada y el compañero de Santos compuestos por Gigí Rúa y Emilio Bardi respectivamente, suman a esa atmósfera en la que sabemos que algo está sucediendo por detrás de la tranquilidad. Santos es un pescador ¿a la fuerza? pero sabe del tema, y aplica las teorías de la pesca a la vida.
Sabe que hay que ser calmo, esperar, ir sigiloso, y que una buena carnada es fundamental. "Pescador" se centra en su figura y todo gira alrededor de él, los sonidos, el ambiente, la centralidad de los planos, todo apunta a la presencia de Santos y sus movimientos. El resto de los personajes, por momentos, parecieran periféricos a él. Ante un personaje de tanto peso, es necesario un actor que lo respalde, y Darío Grandinetti es el adecuado.
El actor de "El juego de Arcibel" realiza otra de sus grandes interpretaciones, con gestos y movimientos secos, permanentemente sigiloso y cauteloso. La mirada del espectador estará siempre atenta a que llegue su ataque definitivo. Gigí Ruá, Emilio Bardi, Darío Levy, y Matías Marmorato exponen toda su sobrada experiencia y acompañan correctamente.
Los más nóveles Juan Grandinetti (por supuesto, hijo del actor) y sobre todo Jazmín Ezquivel, ganan presencia y hacen un interesante aporte desde lo actoral. "Pescador" pareciera ser un film que nunca arranca, su permanente calma por momentos puede abrumar, manteniéndonos esperando algo que no llega.
Pero esa espera también se traduce en nerviosismo, y es ahí donde mejor se para esta propuesta, plagada de gestos y detalles a tener en cuenta. Finalmente, cuando llegue el climax, las expectativas se colmarán dentro del ámbito de un policial clásico, ajustado. José Glusmán deposita en "Pescador" toda la fe en sus intérpretes, y a la vista de los resultados, se trató de una elección correcta.
Esta suerte de duelo generacional, manejado con cautela y precisión, encuentra sus mejores momentos, cuando más chica parece ser.