Pescador

Crítica de Felix De Cunto - CineramaPlus+

En apenas tres planos, la porción de playa que introduce Pescador encierra un aura misteriosa: aves carroñeras que alimentan sus estómagos, un viento imparable que arrasa todo a su paso y un peligro que no se ve pero se presiente. En apenas tres planos, el sexto largometraje de José Glusman ya transmite esa falsa calma que presenta el sonido del mar al arremangarse una y otra vez sobre la arena.

En medio de ese vacío virginal, Santos (Darío Grandinetti) -un hombre parco y ermitaño como tantos otros miles de personajes ya vistos en otras tantas miles de películas-, gasta sus días envuelto en la rutina de la pesca sin compañía más que alguna botella de alcohol y varios cigarrillos. Sin embargo, la llegada de tres jóvenes que arriban al balneario con el fin de inaugurar un parador alterará la paz del pescador, si es que no estaba alterada de antemano, mucho antes de dejar de afeitarse la barba y encoger su mundo a unos gramos de arena y unos pocos litros de agua salada.

En la primera mitad el relato va tomando forma al desarrollarse el encuentro entre el pescador y los foráneos emprendedores. En un comienzo el viejo rechaza las constantes invitaciones de los jóvenes con silencios incómodos o sentencias cortantes pero a medida que avanza la trama será Franca (Jazmín Esquivel) quien con la insistencia como herramienta será la única capaz de construir algún vínculo con Santos, uno débil y difuso, pero que aunque sea permite que contemplen juntos el mar.

Debajo de este disfraz de drama playero de fotografía prolija y diálogos magros, de un momento a otro, como si alguien estuviese haciendo zapping televisivo, el thriller policial se injertará con brusquedad en la historia -de hecho el filme fue publicitado bajo éste género- superponiéndose como una segunda línea narrativa sin llegar a entrelazarse elocuentemente con la trama inicial. Incluso, para que sean aún más evidentes las costuras, un extenso flashback recompondrá todo aquello que las palabras no alcanzaron a explicar.

Más allá del impecable trabajo técnico, y de la actuación de Grandinetti y esa soledad desconfiada que transmite su mirada como si cualquier cosa que se le acerque pudiese ser la carnada de algo venidero, lo de Pescador es la ambición de querer pescar mucho con una red pequeña. Al final solo quedan 80 minutos disfrutables, de buen pasar claro, pero sin algo que satisfaga del todo el hambre de suspenso previamente instalado.

Por Felix De Cunto
@felix_decunto