Pesadilla en el infierno

Crítica de Federico Ignacio Bazán - Cuatro Bastardos

Pesadilla en el Infierno: Delirio cautivador.
Pascal Laugier trae su nueva película con los componentes clásicos del terror pero con una vuelta de tuerca interesante, dándole un golpe de aire putrefacto que honra y atrae a los fanáticos del género.
Cuando uno escribe historias con un comienzo, desarrollo y final, se adentra en ese mundo para hacer catarsis, o solo para despejar su mente de otros males de la realidad u otras miles de razones más personales. Lo importante es que el lector, o en este caso espectador, también entre en ese mundo. El director y guionista Pascal Laugier logra que nos metamos en este ambiente aterrador y desesperante, para a la vez sentir lo que las protagonistas sufren.
Una de las personajes, Vera, es fanática de Lovecraft, quien junto a su hermana, Beth y su madre Pauline heredan una casa que pertenecía a su tía. El film comienza con algunos clásicos “jump scares”, o esos cambios bruscos en la música o situaciones que pueden asustar a alguien. Pero a los pocos minutos ya presenciamos el terror y exasperación, cuando en la primera noche en la casa, ellas son atacadas por extraños en la casa. Entonces se enfrentarán a estos asesinos, uno que parece un bebe ogro gigante, y otro un hombre vestido de mujer que maneja un pequeño camión de golosinas.
Podría parecer como la clásica película de terror, pero el film es atravesado por cambios en la linealidad, habiendo saltos en el tiempo que no marean, además de bastante imaginación, originalidad, problemas psicológicos y bastante sangre.
El director Laugier siempre coloca a fuertes protagonistas mujeres en sus films. Desde la reconocida Martyrs (2008) con Morjana Alaoui y Mylène Jampanoï, o The Tall Man (2012) con un gran trabajo por parte de Jessica Biel.
En este caso, gracias a los saltos en el tiempo, las dos hijas tienen diferentes edades, por lo que las interpretan diferentes actrices. Se destacan en ambas puntas, desde las más pequeñas como Emilia Jones (Vera) y Taylor Hickson (Beth), hasta las más adultas como Anastasia Phillips (Skins) quien interpreta a Beth y Crystal Reed (Teen Wolf, Skyline, Gotham) como Vera. Ésta última quizá resaltando un poco más que las demás debido a su capacidad de representar tanto angustia como alegría sin recurrir a la sobreactuación.
Ambas hermanas tienen una relación que evoluciona a la par que la película se torna mucho más oscura y desesperante. Todo eso siempre unidas por las situaciones, y acompañadas por la buena actuación de la madre Pauline, interpretada por Mylène Farmer, que es mayormente reconocida por trabajar en la musicalización de películas, siendo actriz ocasionalmente.
En este film, como en sus anteriores, el director sigue enfocándose tanto en la fragilidad humana como en la fragilidad psicológica, apreciando los rastros que dejó en The Tall Man. La supervivencia mezclada con esos psicópatas monstruosos (Aplausos para Kevin Power y Bob Archer) que aterran a nuestras protagonistas, son la base de esta pesadilla.
También el director continua mostrando una buena fotografía, con una paleta de colores siniestro característica, ahora gracias a Danny Nowak. El maquillaje está realizado de forma precisa, con las caras y manos sucias de sangre, otra particularidad de las películas de Pascal, salvo que en este quizá no sea tan sangrienta como The Martyrs, pero sí es inquietante.
Hay escenas de torturaciones que tienen una puesta de escena aterradora con muñecas alrededor, además de todos los adornos de la casa que incomodan a cualquiera.
La banda de sonido es algo que se destaca en esta película, sincronizada de forma estupenda con los sustos como también con los momentos de desesperación, acompañando al dinámico ritmo de la película que no aburre para nada.
Lo que nos mantiene despiertos y atentos a la pantalla es esa vuelta de tuerca impuesta por el guion de Pascal Laugier, dejándonos ganas de saber cómo se resuelve esa peripecia. Al jugar con la mente de una de las chicas, la película tiene un potencial de incertidumbre, de hasta dudar de si eso sucede o no, lo que entretiene al espectador.