Pesadilla al amacener

Crítica de María Paula Rios - Fandango

Experimentos, sectas y jumpscares coronan la ópera prima del ruso Pavel Sidorov.

Si chic@s, estamos ante un nuevo exponente de cine de género que llega desde tierras rusas. Pavel Sidorov debuta con Pesadilla al amanecer, cinta respaldada por los mismos productores de La novia, otra película del mismo origen que también logró distribución internacional. En verdad es gratificante recibir cine de horror de otros lares, aunque el resultado final, salvo por detalles propios de la cultura del lugar, sea bastante genérico.

La historia comienza oscura y enrarecida de entrada, como lo indica su nombre se percibe un ambiente pesadillezco, y en una ocasión que es bien terrenal: las fiesta de cumpleaños de Sveta, la joven protagonista. Un festejo que le organizaron sus amigos, con la gran sorpresa final, la llegada de su hermano Anton, a quien ve poco. Ellos son huérfanos, perdieron a su madre en circunstancias extrañas, de niños.

Encima la decoración barroca y anticuada del departamento, nos pone en tono para experimentar los peores estados de vigilia. Como el que está atravesando la joven cuando de pronto despierta y ve a su hermano arrojarse por la ventana. Después del trágico hecho sus pesadillas comienzan a ser más recurrentes, hasta se da cuenta que Anton padecía de lo mismo.

Tras investigar a su madre y a su hermano, todo la llevará a la clínica del Dr. Vitali, quien se especializa en trastornos del sueño, y en donde Sveta comenzará un tratamiento de sueño inducido con otros tres pacientes. A partir de aquí la cinta transcurre dentro de la institución, exponiendo los peores demonios de cada participante, en un estado alucinatorio absoluto. Tratando de confundirnos con los límites entre la vigilia y la “realidad”, al mejor estilo Inception de Nolan, claro que aquí hay demonios sin rostro, escapes de mortales de gas, incendios macabros y fobias.

La cinta comienza con el relato de los hermanos. Todo parece indicar que habrá una especie de investigación de Sveta para descubrir lo que le sucede, y lo que le sucedió a sus seres queridos, cuando de repente hay un giro en la trama y la cosa se centra en el Instituto de Estudios del Sueño, un lugar anclado en el tiempo con reminiscencias a la guerra fría entre los año 70´y 80´. Si no fuera por ciertos indicadores cuesta creer que estamos en la época actual, hasta la vestimenta de los personajes va a tono.

Pero no nos desviemos, el relato no nos brinda un monstruo específico, sino que elabora situaciones tensas, con jumpscares , acompañadas todo el tiempo por una música algo recargada, y cuando el argumento parece diluirse, el director trata de redondearlo con otra subtrama apenas desarrollada en la cinta. El resultado: un final algo forzado con imágenes y diálogos redundantes. Las actuaciones son acertadas, se generan buenos climas y el nivel de producción acompaña … ¿pero con eso alcanza?