Perros del fin del mundo

Crítica de Ariel Abosch - El rincón del cinéfilo

Impensado. Insólito. Increíble, pero cierto. Todos estos adjetivos y muchos más se pueden escribir para calificar una situación cuya responsabilidad absoluta es la del ser humano, y que ahora, no consigue resolverla, luego de intentar ejecutar diferentes alternativas reparadoras.

Es por este motivo que el director Juan Dickinson viajó a Tierra del Fuego para filmar un caso que llama la atención. Porque sucede en un territorio muy atractivo para las industrias de producción ganadera, lanar y turística. El gobierno provincial y los ciudadanos tienen que padecer y luchar, casi en vano, no sólo contra los castores desde hace décadas, sino también, de un tiempo hasta hoy, contra otra plaga, la de los perros cimarrones que cazan y matan a las ovejas, más por entretenimiento que por hambre.

Durante el documental vemos a varias personas que cuentan la problemática desde distintos ángulos. Hay veterinarios que se dedican a la castración gratuita. Estancieros que sufren los feroces embates de los canes. Médicos que se preocupan por la salud humana. Y proteccionistas que tienen refugios caninos, etc. Todos coinciden en que llegaron a un punto límite, porque pierden las producciones y, con ellas mucho dinero.

El relato tiene una estructura clásica. La mayoría de los entrevistados actúan como "cabezas parlantes", otros permanecen de pie. A algunos, la cámara los sigue para mostrar sus actividades. Coronado todo con la voz en off del propio director, quien en varios pasajes acota una información extra. Además, cuenta con antiguas fotos para apoyar la historia de un territorio inhóspito durante el pasado.

El relato tiene un ritmo que entretiene, es didáctico e informativo. La misión que adopta el director no es la de encontrar una solución al problema, sólo pretende dar a conocerlo públicamente. porque están inmersos en un brete generado por sus antepasados que, por el momento, no vislumbran una salida en la que estén todos de acuerdo.

Lamentablemente quienes introdujeron a las mascotas en ese lugar, lo hicieron con buenas intenciones, pero todo se desmadró. Por eso, más que nunca, hay que decir: “cuidado con el perro”. Y no es broma, a juzgar por lo visto durante el documental.