Permitidos

Crítica de Rodolfo Weisskirch - Visión del cine

Se estrena Permitidos, la nueva comedia de Ariel Winograd, que confirma su precisión para manejar el timing humorístico apoyado por un elenco bien aprovechado y un guión sólido.
Hacer reír es más difícil que hacer llorar, reza un refrán popular en el universo artístico. La comedia es un género bastante previsible que se deja llevar muchas veces por fórmulas reiterativas. Desde los orígenes del cine este género ha sufrido de innumerables ataques por parte de los críticos más snobistas. Hasta que por supuesto, llegaron Lubitsch, Wilder, Edwards, Woody Allen y Mel Brooks, entre otros, y ha ganado mayor respeto.

Pero hoy en día se hace cada vez más difícil hacer reir sin caer en el humor grosero, en el subrayado, en el final sentimentaloide que, incluso, no pocas veces deriva en innecesarios golpes bajos. El cine argentino comercial se divide entre el humor burdo y televisivo, filmado a las apuradas con estrellitas parodiando lo mismo que hacen en la caja boba, o la comedia más sentimental, que cae en todas las trampas emotivas, y aun peor, también se tropieza con un formato audiovisual televisivo.

Sin embargo, hace ya varios años, un realizador consigue evadir todas estas trampas, sin perder de vista la masividad del producto. Ariel Winograd ha construido su filmografía en base a figuras, explotando su fisic du rol, pero principalmente con buenas historias, buenos guiones, que no solamente se nutren de estructuras narrativas sólidas, con algunos puntos de giro sorpresivos, sino también son inteligentes y permiten al realizador mantener un ritmo fluido, el timing humorístico constante, y explotar los recursos cinematográficos para construir una puesta en escena cinematográfica, disfrutable, tanto por la empatía que se genera con el espectador, como por la colorida estética audiovisual.

Winograd es un perfeccionista de los encuadres, del sonido, de los colores, de los movimientos de cámara y tiene el perfil bajo para mantenerse invisible, no presumir de dicho talento para narrar, principalmente, con imágenes, como los grandes maestros de la edad dorada de Hollywood.

Porque si Mi primera boda remitía a la clásica comedia de enredos de los años ´50, Permitidos es una sátira de los fines de los ´60 y principios de los ´70, un poco más picaresca, pero elegante a su forma, respetando una fórmula completamente absurda de principio a fin. El verosímil pende de un hilo, y este, es un código que queda claro desde la secuencia de títulos, porque de la utopía del conflicto –un chico común que con un golpe de suerte se “levanta” una actriz y modelo- se abre un abanico de situaciones cada vez más ridículas, que transforman el film en una obra completamente imprevisible. Pero esto proviene del ingenio del guión. No solamente es la intuición de un realizador talentoso, capaz de crear un universo propio alrededor de los personajes.

Cada detalle en Permitidos suma, y esa atención sobre cada personaje secundario, sobre las diversas subtramas que se van acumulando, en vez de saturar encuentran un equilibrio hacia el humor más efectivo.

Winograd sostiene el tono durante casi dos horas. Ni Judd Apatow y la Nueva Comedia Americana, influencia contemporánea directa de este film, logran que sus películas tengan una fórmula pura sin caer en alguna reflexión sentimental. Por el contrario, Winograd regresa al cinismo que lo caracterizó en su obra de culto, Cara de queso, y apunta sus dardos al mundo de la fama, al cholulismo, a la exposición de la imagen mediática, a la explotación de la imagen como producto de comercialización. Es irónico que un realizador con vasta experiencia en publicidad decida realizar un largometraje que critique el universo publicitario. Pero el director es sútil, y esconde sus objetivos debajo de la narración para que el tema no tome protagonismo sobre los personajes. Y acierta.

Repleta de gags, la autoparodia se transforma en un gran vehículo para que el elenco se destaque. No solamente consigue notables interpretaciones de la pareja protagónica, Martín Piroyanski –que al fin logra ser el principal de una película del director- y Lali Espósito –explotando su histrionismo y demostrando que tiene un talento innato para la comedia- sino también todos los secundarios sorprenden en sus breves instantes para burlarse de su propia fama o estereotipo, desde Liz Solari, Benjamín Vicuña –definitivamente su mejor actuación- Maruja Bustamante o Guillermo Arengo hasta Gastón Cocchariale, Abel Ayala, Miriam Odorico y Ariel Pérez de María, haciendo un especial apartado para Pablo Rago, que se devora cada minuto en pantalla.