Permitidos

Crítica de Lucas Moreno - La Voz del Interior

Risa a puro hashtag

Lali Espósito y Martín Piroyansky vuelven a funcionar como dupla en la comedia de Ariel Winograd.

Pese a cierta desprolijidad en su último tramo, Permitidos es una comedia desaforada con una mirada aguda sobre la obsesión por la fama.

Mucha era la expectativa en torno al nuevo filme de Ariel Winograd, director que creció exponencialmente desde su ópera prima Cara de queso (2006), pasando por la impecable Vino para robar (2013) hasta la simpática Sin hijos (2015).

Con Permitidos, Winograd demuestra pisar con absoluta confianza el género cómico. No sólo lo entiende, también lo merodea, lo inspecciona y busca maniobras para que una clásica comedia de enredos conecte problemáticas sociales contemporáneas. Que este malabar salga bien es meritorio.

Se parte de una premisa simple: Mateo y Camila son pareja hace ocho años. Charlando con amigos, nace la idea del “permitido”, una celebridad con la que podría concretarse un affaire sin contarlo como infidelidad. Esta anécdota vaga se pone en práctica a través de caprichosos ases del destino.

La película funciona como un relojito fosforescente, con chistes naturales y surtidos y una superpoblación de personajes secundarios que son una delicia, como la fan del galán interpretado por Benjamín Vicuña, o un ladrón con ganas de catapultarse con su grupo de cumbia.

Esta multiplicidad se entrelaza hábilmente porque cada escena es atravesada por un único vector: los trastornos de la fama, tanto para los que la tienen como para los que la ansían. Allí radica la seducción del filme además de su buen estado cómico; Winograd crea una sátira sobre la cultura mediática, no pierde oportunidad para ironizar sobre los videos virales, las redes sociales, los programas de espectáculos, el arte masivo y elitista, las manías de la farándula y toda esa fauna que la rodea. En su cruzada, el director es acompañado por un elenco inspirado, bajo la misma sintonía y sin miedo a la autoparodia.

Esta dupla protagónica ya había trabajado junta en la serie web Tiempo Libre, y acá reivindica su química y credibilidad. Martín Piroyansky posee un don curioso: ser carismáticamente insípido, mientras que Lali Espósito deslumbra transitando cualquier matiz emocional.

El timing desquiciado de Permitidos empieza a tartamudear sobre su último acto, condición triste dado los grandes momentos obtenidos. En su urgencia por cerrar el caudal de historias, el filme evapora su imaginación cruel para ajustarse a un manual básico de guion. Así, las conductas de los personajes y las situaciones se ven forzadas para llegar a un clímax con otro registro, como si una película alternativa, más tosca y básica, se incrustase justo en el desenlace.

La bajada moral explicitada por uno de sus protagonistas es deserotizante e innecesaria. Aún así, Permitidos amortigua sus dos horas de duración y logra una de las más punzantes críticas al elixir de la fama.

Motivo extra para verla: el chiste del hashtag #LaSacadaDelCartel se inmortalizará como el “Filmáme esto, Néstor”, de Relatos Salvajes.