Permitidos

Crítica de Diego Papic - La Agenda

Una pareja con química

La nueva comedia de Ariel Winograd es la más graciosa de sus películas, una screwball no común en Argentina. Brillan Piroyansky y Lali Espósito.

Ariel Winograd siempre se movió dentro de los límites de la comedia, pero esos límites son tan amplios como el mundo. Desde el coming of age de Cara de queso hasta la comedia romántica más blanca de Sin hijos, pasando por el policial de Vino para robar, Winograd bebe del manantial inacabable de la comedia americana para contar historias de acá.

Entre sus virtudes se destaca su trabajo con los actores. Desde la elección -o descubrimiento- hasta el timing para los diálogos y la química, cosas fundamentales para la comedia. Y digo descubrimiento porque fue en Cara de queso -su ópera prima- donde debutaron Martín Piroyansky, Martina Juncadella e Inés Efrón, hoy nombres ya reconocidos.

Permitidos es quizás su película más graciosa porque se inscribe en eso que se llamó screwball comedy, una variante más surreal y disparatada de la comedia romántica en la que el acento está puesto más en lo cómico que en lo romántico. Probablemente se hablará hasta el cansancio de Carlos Schlieper, el exponente argentino más importante del screwball, y lo que demuestra eso es que hay que remontarse a los años ‘40 para encontrar algo siquiera parecido a Permitidos en nuestro país. Acá las comedias siempre fueron comedias románticas clásicas u otra cosa totalmente distinta, más virada a lo bizarro, policial o clase B.

Camila (Lali Espósito) y Mateo (Piroyansky) son una pareja de veinteañeros simpáticos que se aman y se divierten juntos. Un incidente callejero pone a Mateo frente a la bella y aparentemente inalcanzable actriz Zoe del Río (Liz Solari), que para su sorpresa lo invita al rodaje de una publicidad y después a una fiesta y después a su casa. Mateo ama a su novia, pero Zoe del Río es su “permitido”: su personaje famoso con quien su novia le permite tener sexo si se le presenta la improbable oportunidad.

La historia avanza por carriles cada vez más disparatados, que incluyen redes sociales -bien utilizado el recurso, cosa no tan común-, programas de televisión, ironías sobre el show business y hasta elementos de policial, aunque el germen de la comedia romántica -porque las screwball pertenecen, después de todo, a ese género- permanece inalterable: el deseo del espectador de que los protagonistas terminen juntos.

Esto funciona particularmente gracias a la química entre Piroyansky y Espósito. De Piroyansky no sorprende su efectividad -acá en un plan más parecido al de su película Voley que al comic relief de las otras de Winograd- pero Lali Espósito merece un párrafo aparte. Su talento para la comedia es impresionante y va más allá de su carisma. Es una gran actriz. Putea gracioso, se banca un monólogo y aunque es linda puede no hacer de “la linda” (acá eso está reservado a Liz Solari, que también actúa muy bien).

En la dupla con Piroyansky uno imaginaría que el gracioso es él y la “centrada” es ella, pero acá es casi al revés. (Casi, porque centrado no es ninguno, esto es una screwball.) Mérito de Lali Espósito, del guión y de Winograd que vio en ella la pasta y supo sacarle el jugo.