Permitidos

Crítica de Denise Pieniazek - A Sala Llena

Una screwball comedy posmoderna.

Permitidos, la última película de Ariel Winograd, conocido principalmente por Cara de Queso: Mi Primer Ghetto (2006), Mi Primera Boda (2011) y Sin Hijos (2015), narra la crisis de pareja entre Camila y Mateo. Desde los créditos se hace una síntesis del vínculo alegre y alocado entre ambos mediante el recurso del back-projecting, con un recorrido en moto que funciona como metáfora del trayecto de la pareja, situándonos así en el universo de la taquillera dupla compuesta por Lali Espósito (Camila) y Martin Piroyansky (Mateo).

En una de las secuencias iniciales la pareja va al cine, produciéndose así el fenómeno del “cine en el cine”, en donde los novios de la ficción (dentro del gran relato) se separan como metáfora que anticipa la futura crisis, creando estructuralmente dos niveles de lectura. Inmediatamente después de esa escena, en una conversación con otra joven pareja amiga, hablan de sus “permitidos” y lo que para Camila será una fantasía, Mateo lo tomará muy en serio. A partir de allí la felicidad de dicha relación, que ha ido creciendo con el tiempo, hará que se trastabillen todos los proyectos de una vida juntos. Una vez planteado el problema, Permitidos despliega una sucesión de casualidades, enredos y mentiras que parece no tener final.

Este último aspecto es el que nos permite, junto con su tono de comedia, vincularla a la screwball comedy. Dicho género, surgido durante el cine clásico norteamericano, fue reinterpretado en Argentina por directores como Carlos Schlieper, recibiendo el nombre de “comedia sofisticada”, “alocada” o “de enredos”. En esta screwball comedy posmoderna las redes sociales jugarán un papel fundamental, evidenciando la relevancia que han cobrado las mismas en la vida cotidiana. Recurso “de moda” que en el cine nacional quizás ha comenzado con el episodio de “Bombita” de Relatos Salvajes (2014). Entre los enredos es notable la cita a una de las películas románticas más reconocidas de los últimos lustros, cuando Mateo se inmiscuye en el rodaje de una actriz a quien venera, lo que remite a una escena de Un Lugar Llamado Notting Hill (1999).

Lo paradoja de quien escribe fue azarosamente haber visto justo el día anterior -mediante el portal Odeon, el “Netflix nacional”- el film El Crítico (2013), en el cual su protagonista, un crítico de cine, odia las comedias románticas, ya que considera que están construidas a fuerza de clichés y situaciones extrañamente idílicas. En este caso, Permitidos por momentos se burla adecuadamente de los clichés de las películas románticas, utilizándolos a favor, pero por otro lado abusa de los mismos, sobre todo llegando el final. En consecuencia, esta comedia romántica que ha comenzado de forma perspicaz y entretenida, entrada la mitad se vuelve algo reiterativa y pierde su potencia original: llegando el desenlace falsea encanto, abusando de los enredos y extendiéndose en consecuencia más de lo que “debería”.

A pesar de ello, la propuesta resulta entretenida para el espectador, haciéndole pasar un buen rato y divirtiéndolo gracias a su constante comicidad. Los que esperan ver cantar a la estrella teen del momento, Lali Espósito, estarán satisfechos no sólo por una escena en la que efectivamente canta con ímpetu, sino también porque la comedia siempre le queda muy bien. La interpretación de Piroyansky es más que correcta pero no deslumbrante como en otras oportunidades. Con respecto al resto del elenco coral, hay un abuso de cameos que saturan al espectador. Sin embargo, cabe destacar el excelente casting, no sólo en los personajes principales sino también en los secundarios, como los padres de la pareja: en el caso de Camila, su padre (Guillermo Arengo), y en el caso de Mateo, la típica “idishe mame” (Miriam Odorico), resaltando así -al elegir los géneros opuestos- los vínculos edípicos, pues la madre de Camila no aparece y tampoco el padre de Mateo. La exageración es una constante en toda la película, en donde no sólo abundan los cameos y enredos, sino que además nos encontramos con un final apoteósico.