Perdidos en Paris

Crítica de Jessica Johanna - Visión del cine

Dirigida y protagonizada por Dominique Abel y Fiona Gordon, Perdidos en París es una singular comedia que cuenta además con una de las últimas interpretaciones de Emmanuelle Riva.
Fiona es una introvertida canadiense que decide ir a visitar a su tía Martha a París sabiendo que ella se encuentra senil y sola, pero es también la oportunidad para conocer otro lugar, para convertirse en viajera. Dominique es un sin techo que vive y sobrevive como puede en las calles de París. Fiona llega a la ciudad de las luces encantada pero pronto se queda sin nada, al perder el equipaje con todo lo que traía. Dominique es quien encuentra su bolso y aprovecha su contenido. Hasta que el destino los cruza, una, dos, varias veces.

El tercer eslabón protagónico es Martha -la tía de Fiona a quien visita pero no encuentra-, que huye de la gente que quiere encerrarla en un asilo. Entre los tres personajes se producirán los encuentros y desencuentros.

Más allá de que la trama tiene mucho de comedia de enredos, lo más curioso del film radica en su envoltorio. La película se aleja de toda verosimilitud para entregar algo que es todo el tiempo exagerado, desbordante. Así se apela mucho al humor físico, tan propio del cine mudo. Y la inclusión del tango en muchas de esas escenas terminan de aportarle un sello muy particular. Sin embargo también desde lo visual la artificialidad se hace presente, pero de un modo muy artesanal.

Tanto Abel como Gordon cumplen a la hora de interpretar a dos perdedores encantadores, dos desastres en el sentido más tierno y amable de la expresión. Pero también está ahí Emmanuelle Riva, divirtiéndose y llena de vida, acompañada en algún momento por la leyenda viva que es Pierre Richard.

La película pone en foco la necesidad de perderse para encontrarse, con uno y con el otro. Porque también es una historia de amor entre dos personajes solitarios que provienen de distintos lugares y con disímiles vidas.