Perdidos en Paris

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Último tango en París

Los mismos directores de “Rumba” (2008) vuelven a establecer los códigos de su cine, en lo estético, narrativo. Posiblemente este nuevo opus de la pareja de creadores tenga una deficiencia a simple vista en relación a la anterior. Es que más allá de su mirada del mundo y del arte, “Rumba” desde lo textual, casi discursivo (siendo un filme casi mudo) se presentaba como un desafío a continuar después de un accidente que nos modifica, anula los proyectos.
En este caso la mirada, doble si se quiere, es por un lado el transitar por sobre los afectos, los deseos y subyacentemente el fin de la vida, quien lo determina cuando existen ansias de vivir. Fiona (Fiona Gordon), una triste y apagada bibliotecaria residente en Canadá, recibe el pedido de Martha (Emanuelle Riva), su anciana tía, que la ayude, pues desde el gobierno decidieron que no puede seguir viviendo sola en su apartamento y quieren internarla en un geriátrico. Martha, residente en Paris desde hace décadas, ha llevado una vida signada por el deseo, el placer de hacer lo que ama, y sigue.
La sobrina responde al pedido. El mandato por un lado y el sueño que siempre tuvo de conocer Paris se unen, pero nada sale como lo previsto, y un cúmulo de situaciones accidentadas, harán que todo parezca en vano, por un lado Martha a desaparecido, mientras ella se pierde en Paris y extravía su “mochila” (¿Toda una metáfora con llevar la vida encima?).
En ese deambular por Paris, en busca de su tía y su equipaje, conocerá a Dom (Dominique Abel), un vagabundo al que nada le llama la atención, o todo, sólo le importa seguir respirando, la tragedia no parece rozarlo hasta que la chispa del amor lo enciende, se encontrarán en una de las escenas más interesantes y bellas del filme, donde despliegan su talento para la danza.
Martha también tendrá un reencuentro con su pasado corporizado en Duncan (Pierre Richard). un viejo amigo-amante -partenaire, también construyendo, en tono de danza, una de las escenas inolvidables de esta realización.
Todo el filme puede entenderse como una gran deferencia a la comedia física desde siempre. Hay claras referencias a Charles Chaplin, Buster Keaton, pero sobre todo a la comedia francesa, con claros homenajes a Jacques Tati, Louis de Funes, Max Linder y al mismísimo Pierre Richard en sus principios.
Posiblemente esto mismo no pueda ser disfrutado a pleno por aquellos que desconozcan el o los orígenes de cada alegoría, lo cual no va en desmedro del texto, sólo hay que acoplarse al universo que establecen, relajarse y divertirse,(iba a poner gozar, pero me pareció de mal gusto).
Escrita, dirigida e interpretada por la australiana Fiona Gordon y el belga Dominique Abel (matrimonio en la vida real), de estructura clásica en tanto desarrollo de la historia, mínima si se quiere. La imagen sobre la palabra, muy buenas actuaciones, le suman a sus logros la exquisita dirección de arte, sustentada en una preciosista y colorida fotografía, en tonos mayormente brillantes, originales y sorprendentes coreografías.