Perdida

Crítica de Julio Vega - CineFreaks

Nada que buscar

Perdida es el último filme del director David Fincher (El club de la pelea, El curioso caso de Benjamin Button) que tiene de protagonistas a Nick Dunne (Ben Affleck) un joven carilindo y canchero de una pequeña ciudad del oeste de los Estados Unidos, quien conoce a la bella y asombrosa Amy (Rosamund Pike), una suerte de ex niña prodigio enquistada por sus padres en su infancia a través de una serie de libros de aventuras para chicos. Ambos, escritores, llevan una vida color de rosa en una casa de ensueño hasta que un día, como cualquier otro, al llegar a su casa descubre indicios de una escena violenta y no encuentra a su mujer. Este es el puntapié para una larga historia de intriga y misterio alrededor de una joven de clase media alta y con alto impacto en los medios y la opinión pública.

El film ronda en una trama que pretende llevar al personaje de Affleck como el presunto asesino de su mujer. Dilapidado sin sentido por los medios de comunicación, el caso de su mujer comienza a tener cada vez más repercusión y con él, su mala imagen como compañero de cama. Una vecina con hambre de fama y una amante presionada por las cámaras hacen de la situación un cocktail que va directo a donde el guion pretende conducir al espectador. Sin sutilezas ni caminos alternativos, parece que todos los arquetípicos personajes ocupan su rol en la historia, y llegan hasta lo esperado. Tras unos días, el pasivo escritor comienza a descubrir el juego de su huidiza mujer y con su hermana, su única compañía de apoyo moral, intenta alcanzarla y esclarecer la verdad antes de que la arrasadora caja boba termine con ellos.

A medida que avanza en la rebuscada trama tejida por los protagonistas, el espectador debería ir acompañando el relato y los estados que ofrece. Pero ante tan evidente salida, el film empieza a complejizarse cuando a la asombrosa Amy dejan de resultarle todos sus planes. Y termina cayendo en un laberinto sin salida y sin final, improvisando y trastabillando en una suerte de puerta abierta donde no se sabe bien que resultará y cuándo finalizará la historia.

La intriga se sostiene con los habituales clishés del género, pero más allá de ello, una suerte de hitos en tono de comedia que disparan la gracia es lo que salva el ámbito de entretenimiento del film. Excesiva en duración, no cuenta más que la pretensión de una niña mimada que quiere salirse con la suya, acostumbrada a ganar y a ser complacida, como un juego adolescente. Y se queda en ello, en un personaje misterioso, manipulador y cargado de mala suerte, que se enfrenta a un típico ganador de chicas de preparatoria, pasivo, amable y torpe. Sin alcanzar la madurez en la atención, el film pretende exponer la idea de hasta dónde somos capaces de sostener una relación por miedo o debilidad. Pero vagamente y a través de una historia encorsetada, inverosímil, cargada de arquetipos, clishés e insípidos muebles de madera lustrada.