Perdida

Crítica de Emiliano Román - A Sala Llena

Te amo, te odio, dame más.

¿Cómo hablar de una película cuando por sus características narrativas conviene mejor no adelantar casi nada? O mejor aún, ¿qué decir cuando una obra regala tal libertad que permite que la empatía hacia los personajes dependa de la subjetividad de cada espectador? Imagino arduos debates a la salida del cine que plantean quién es la víctima y quién el victimario, o si uno de los personajes está completamente loco o solo enloqueció por culpa del otro.

Estos arduos desafíos nos plantea David Fincher con su último trabajo Perdida, adaptación del best seller de la escritora Gillian Flynn. El cineasta estadounidense viene de adaptar otro mega éxito de ventas en las librerías con La Chica del Dragón Tatuado, y ya se ha sumergido en las profundidades tanáticas y autodestructivas de la psiquis humana con clásicos perturbadores como Pecados Capitales, El Club de la Pelea y Zodíaco.

Pero esta vez se mete en un terreno distinto aunque no menos enigmático, el lecho matrimonial, el desencuentro amoroso y las consecuencias alienantes que esto puede llegar a tener si hay una marcada vulnerabilidad emocional. Nick (Ben Affleck) llega a su hogar el día del quinto aniversario con su esposa Amy (Rosamund Pike), allí descubre toda su casa dada vuelta y que ella misteriosamente ha desaparecido. Inmediatamente llama a la policía, se abre el caso judicial, se populariza en cuestión de horas y comienza el circo mediático.

La película está relatada con numerosos flashbacks que al principio son bastante molestos y solo después van cobrando sentido, los cuales narran el flechazo entre ambos, los juegos de seducción, y la historia amorosa de la pareja. Vamos y venimos del pasado al presente hasta llegar a abrir un abanico de intrigas para poder pesquisar qué fue lo que pasó con esta mujer. La trama está estructurada en tres tiempos: en un primer momento la presentación del caso, la apertura del enigma y el desconcierto, en una segunda parte comenzamos a obtener algunas respuestas para armar este paranoico rompecabezas, y el tercer momento es el lapso que nos lleva al desenlace, donde prima el “sálvese como pueda” y ahí el fin justifica cualquier tipo de medios.

El film no pierde oportunidad para denunciar claramente lo cosmética que es la sociedad mediatizada, donde los medios de comunicación, más precisamente la televisión, quieren impartir una justicia paradójicamente perversa, y desde un discurso moral violan cualquier código ético, utilizando unos vagos signos para generar la psicosis colectiva.

Con un pulso narrativo impecable que goza de varios y notables puntos de giro, soberbias interpretaciones, una puesta en escena prolijamente perfecta, acertadas cuotas de humor que descomprimen lo siniestro, la película no da respiro, ni decae en ningún momento y el producto final es una obra ágil, inquietante, hipnótica y ominosa. A estas alturas ya no se sabe si Fincher es un perverso que la tiene clara, un psicótico brillante o un obsesivo genio, me inclino más por esta última.