Pequeña flor

Crítica de Pedro Squillaci - La Capital

De Rosario a Francia en un paso de comedia

José es un dibujante rosarino que vive en París con su novia francesa y acaban de ser papá y mamá de una beba. Hasta ahí es una historia sin demasiados problemas, hasta que él pierde el trabajo, ella consigue un puesto en un diario, José se convierte en amo de casa y es el responsable de atender todo el tiempo a la pequeña Antonia. Ese cambio de “rutina”, palabra clave en el film, convierte a “Pequeña flor” en una disfrutable apuesta que sazona cine fantástico con una comedia negra atravesada por la siempre bienvenida historia de amor. Santiago Mitre se corre del registro de sus tres largometrajes anteriores “El estudiante”, “La patota” y “La cordillera”, para sumergirse en otras aguas. Y vaya si sale a flote. Porque se anima a arriesgar con el derrotero de un personaje que accidentalmente cae en lo de un vecino (Melvil Poupaud) para pedir una pala y luego de un brote inesperado lo termina matando. La sorpresa es que al otro día Jean Claude, el muerto, lo saluda desde un auto y lo vuelve a invitar a su casa. Estaba de parranda. Es aquí cuando la película muta en una comedia negra disparatada, porque José entra en el juego que le propone este sibarita amante de los buenos vinos y la música de jazz, que aparentemente también ama morir para resucitar al día siguiente. Y José lo matará una y otra vez, de varias formas diferentes. En ese secuencia, como si fuera un loop interminable, encuentra un sabor extraño a su vida, mientras aprende día a día cómo ser mejor padre y ve que su mujer, la bella Lucie (brillante Vimala Pons) encuentra más placer en la autosatisfacción que en los encuentros sexuales con su marido. En medio de esa trama singular, Mitre reflexiona sobre el valor de la rutina, personal y de pareja; invita a pensar una vez más que la distancia entre la vida y la muerte es un suspiro; se anima a poner sobre el tablero temas como el sexo y el deseo, y de fondo nunca deja de contar la historia de amor. De paso, hay un guiño para Rosario. “¿Central o Ñuls?”, le pregunta el chiflado vecino francés a José (impecable Hendler) cuando se entera que es de esta ciudad e incluso también habrá alguna alusión a las islas y los camalotes. Una película que abre varias puertas de sentido para salir a jugar.