Pequeña flor

Crítica de Hugo Fernando Sánchez - Subjetiva

Pequeña flor es un relato que transita el policial desde la comedia negra, coquetea con la Nouvelle Vague y tiene, “una levedad lúdica, juguetona” según la describió a este cronista Santiago Mitre.

La película es un pensado aparato cinéfilo, con un protagonista (Daniel Hendler) desenfocado, por su propia historia pero sobre todo por el lugar en donde le toca vivir, una ciudad de provincias en el llamado Macizo Central francés, con una hija recién nacida, una esposa (Vimala Pons) tan desorientada como él y claro, un sofisticado y odioso vecino (Melvil Poupaud), el centro gravitacional de una historia que se repite como la ya mítica Día de la marmota pero en clave gore -con una sucesión de muertes que tienen una sola víctima-, tan absurda como fantástica y coherente con el universo que plantea la película.

No es casual que el filme, basado en el libro “Pequeña flor de Iosi Havilio, tenga guion del propio Mitre junto a Mariano Llinás, que con Historias extraordinarias (2008) se empeñó en que la provincia de Buenos Aires bien podía ser el territorio de aventuras propias de lugares más “cinematográficos”.

En ese sentido, del aburrido interior francés surgen personajes fuera de lo común, capaces de generar situaciones extraordinarias, también violentas e ilógicas, pero que paradójicamente, se convierten en elementos imprescindibles para volver a enfocar al protagonista y a su pareja, porque en definitiva de eso se trata, de una historia de amor que retoma toda su gloria después de una aplastante rutina.

PEQUEÑA FLOR
Petite fleur. Francia/Argentina/España/Bélgica, 2022.
Dirección: Santiago Mitre. Intérpretes: Daniel Hendler, Vimala Pons, Melvil Poupaud, Sergi López y Françoise Lebrun. Guion: Santiago Mitre y Mariano Llinás, basado en la novela de Iosi Havilio. Fotografía: Javier Juliá. Edición: Alejo Moguillansky, Andrés Pepe Estrada y Mónica Coleman. Música Gabriel Chwojnik. Distribuidora: Trapecio Cine. Duración: 98 minutos.