Pecados

Crítica de Pablo Raimondi - Clarín

El amor ante el temor

“El otro día te vi, en el camino del arroyo... ¿qué hacías”; “Fui al arroyo”. Así de simple, este ejemplo refleja la básica línea argumentativa de Pecados, que intenta mostrar el incipiente amor de dos jóvenes de 16 años. Por un lado está Bepo, quien trabaja como ayudante de un viejo luthier de violines interpretado por Pepe Soriano, lo único rescatable de esta película con un personaje hosco y autoritario que despierta ira y lástima en dosis iguales. Sus manos temblorosas esclavizarán el futuro de su trabajo pero se pondrán firmes para adoctrinar a Bepo con cinturonazos.

El actor Mariano Reynaga encarna a un chico timorato, callado, quien debe quebrar la barrera del miedo de su juventud. Eso no justifica que el actor recite cada letra del guión como si la estuviese leyendo, con un forzado énfasis y actuaciones poco creíbles, como en el encierro en la habitación, donde no lanza ni un exabrupto y casi no opone resistencia.

Por el otro lado, está Lourdes (Diana Gómez) con el estallido hormonal a flor de piel, quien coquetea alevosamente con el muchacho. El padre de la chica es Don Santo (interpretado por Carmelo Gómez), un viudo que mezcla melancolía, pulcritud y es metódico hasta para barrer su almacén. Todo lo hace en cámara lenta, con algo de asombro (y ausencia), sobre todo ante su hija.

Los adolescentes nacieron en un mismo pueblo, pero (vayan a saber porqué) la chica tiene un acento y el muchacho otro, parecen de lugares diferentes. Lo que los une son la fantasías mutuas, con escenas de masturbaciones (soft) en cada una de sus habitaciones.

Esta película de Diego Yaker, que dirigió Como mariposas en la luz (2006), tiene varios saltos y planos inconexos con situaciones difíciles de asimilar. Por caso, Bepo lanza a la ventana de Lourdes una pequeña estatuilla que le pega en la cabeza a su enamorada, ella se asoma y (cambio de plano) se lo ve al pibe escapando en bicicleta en vertiginosa cámara rápida.

El comienzo de Pecados, con el trágico parto de mamá María (Cristina Brondo), promete un filme con nervio. Pero entre los tonos ocres, rescatable en varias locaciones crepusculares y en la opresiva ambientación del taller del abuelo, se desdibuja una película sin sorpresas donde, ni siquiera, se explotó el recurso de una enigmática tumba.