Paw Patrol: La película

Crítica de Mex Faliero - Funcinema

CUANDO LA AMBICIÓN ESE LA FALTA DE AMBICIÓN

Paw Patrol es uno de los mayores fenómenos de la animación infantil y televisiva reciente, lo que significa que además de una serie también tenemos merchandising a raudales, personajes que sirven de temática para cumpleaños y hasta prosaicas recreaciones en salas teatrales con gente disfrazada de los perritos protagonistas. Obviamente en algún momento iba a llegar la película y aquí la tenemos, con el subtítulo obvio de Paw Patrol: La película. Y en verdad el subtítulo aquí se justifica, porque más allá de mantener la lógica de la serie, este film dirigido por el experimentado artesano Cal Brunker entiende que el cine maneja otros códigos y una película requiere mayor detalle en las formas y precisión en la narración. Por eso vemos una animación digital más virtuosa que la de la serie televisiva y la historia fluye con cierta sabiduría de relato clásico. No se trata tan solo de engrosar lo ya visto, sino de darle mayor vuelo y contundencia a la fórmula.

Paw Patrol es una aventura y, también, una herramienta didáctica. Los arquetípicos perros (uno es bombero, el otro policía y así…) comandados por el joven Ryder tienen que actuar en situaciones límites para asistir a alguien que está en peligro: la serie refuerza tanto ese costado de la acción y el suspenso de cada salvataje, como la moraleja de que el trabajo en equipo es lo que nos fortalece. No deja de ser una reversión para niños y con perros de Misión: Imposible, pero tiene su encanto, particularmente en la creación de un universo que goza de un verosímil propio. Los perros dialogan con los personajes humanos con una lógica incorruptible y todo luce como si fuera una casa de juguetes. La película lo que hace es tomar esa estructura episódica y aplicarla a un relato de algo más de 80 minutos, pautados por tres grandes secuencias de acción entrelazadas por la construcción de un villano algo torpe y de algunos conflictos que buscan darle espesor al asunto. Porque, lo sabemos, esto es una película… La película. Lo dice el subtítulo.

No se puede decir que nada de lo que integra este relato se salga de lo esperable, menos aún el subrayado de cada emoción o la explicación verbal de las acciones. De todos modos hay algo que ennoblece a Paw Patrol: La película y es básicamente su falta de ambiciones. En un mercado audiovisual plagado de cine animado afectado por el gigantismo de productos que buscan volverse franquicia, los perritos estos saben de antemano que tienen ganada la partida porque ya fueron suceso en la tele. Entonces no tienen que demostrar nada, apenas ser ellos mismos, pero un poco más ruidosos, más grandes, más coloridos. Que eso es el cine. Brunker entiende la diferencia que existe entre una pantalla chica y una grande, y con ese solo gesto justifica este pasatiempo sin mayor pretensión que ser entretenimiento.