Patrick

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

Remake innecesaria

El filme se basa en uno del mismo título, australiano, sobre un joven en estado vegetativo en un hospicio.

El director Mark Hartley se hizo conocido por haber dirigido Not Quite Hollywood (2008), un documental sobre el cine australiano de bajo presupuesto de los años ‘70 y ‘80, un fenómeno desarrollado en paralelo a aquella Nueva Ola australiana que tuvo a nombres como los de Peter Weir o Bruce Beresford entre sus emergentes más notables. De todo el material que tuvo que ver para realizar su premiado documental, Hartley eligió hacer la remake de Patrick, una película de 1978 dirigida por Richard Franklin (responsable de, por ejemplo, Psicosis 2: El regreso de Norman).

Todo transcurre en remoto paraje donde hay un antiguo convento que fue reconvertido en clínica para pacientes en estado vegetativo. Hasta ahí llega Kathy, en busca de un trabajo de enfermera. Su tarea será hacerles cuidados paliativos a todos los comatosos, al servicio del misterioso director del establecimiento y su extraña hija. Uno de los pacientes, Patrick, parece no estar tan desconectado del mundo.

Si segundas partes (casi) nunca fueron buenas, a las remakes les debería caber un axioma aún más lapidario. Hay excepciones. Sin haber visto la original, se puede asegurar que Patrick no lo es. Por empezar, trata de recrear una atmósfera de terror clásico (casona tétrica en el medio de la nada, imágenes religiosas siniestras, tormentas, cortes de luz) pero esto convive con iphones y Macs de última generación: algo no encaja. Y menos todavía cuando la estética remeda a una película clase B de los ‘70. En este contexto, se hace uso y abuso del recurso del sobresalto. Cada veinte segundos, alguien toca el hombro de la protagonista, o alguna sombra se le cruza por delante, o hay un portazo producto de una corriente de aire. A la quinta vez, reina el hastío más que el susto.

Los años, además, no vienen solos. Quizá alguna de las escenas terroríficas haya sido novedosa en su momento, pero 33 años después envejecieron feamente. Y si a esto se le suma que la historia va avanzando con un giro forzado tras otro, la conclusión es que Patrick jamás debería haber vuelto.