Paternal

Crítica de Ezequiel Boetti - Otros Cines

Visitar la Paternal es un viaje a otro tiempo. Con mayoría de casas bajas, sin subtes a la vista y una impronta barrial y de proximidad entre sus vecinos, el barrio de Argentinos Juniors, cuna de Diego Armando Maradona, fue elegido por la familia Roitman para instalarse en Buenos Aires. Desde allí partió uno de los hijos, Adolfo, rumbo a Israel, donde en 1994 se convirtió en el curador de los Rollos del Mar Muerto, la Biblia más antigua jamás hallada y uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes del siglo pasado.

Paternal registra el regreso de Adolfo junto a su hermano músico Isodoro al barrio que lo vio nacer. Un regreso atravesado por la nostalgia de recorrer las mismas calles que pateó cuando era chico, por los recuerdos de una infancia tan feliz como lejana. En paralelo, la película de Eduardo Yedlin muestra la importancia de los Rollos para la comunidad judía y cristiana.

La vida de Roitman es interesante, pero no muy distinta a la de cualquier argentino emigrado que logró posicionarse bien alto en el organigrama de alguna organización extranjera. Además, las distintas subtramas no terminan de cuajar en un todo homogéneo. Si en los primeros se trata de documental personal centrado en la figura de Roitman y luego se convierte en el retrato del folclore barrial (visita al museo de Argentinos Juniors incluida), la última media hora muestra diversos ritos de la comunidad judía en Israel. Sin un epicentro alrededor del cualquier girar, Paternal resulta poco más que un cálido registro familiar.