Paso San Ignacio

Crítica de Maximiliano Curcio - Revista Cultural Siete Artes

El cacique Cafulcurá fue el principal líder religioso político de la nación mapuche hasta que, a finales del siglo XIX, la misma fuera diezmada, sucumbiendo al ataque del hombre blanco, en La Conquista del Desierto. Pablo Reyero, en su flamante documental, se traslada hasta un lugar de asombrosos paisajes lindante con la inclemente cordillera, en búsqueda de los descendientes de este adalid político, espiritual y guerrero de la nación mapuche. Con un equipo técnico mínimo y un material humano recudido, filmaron “Paso San Ignacio” en un paraje inhóspito -sin luz, agua potable y ni gas-, acampando a 90 kms. del poblado más cercano, en extremas condiciones.

El realizador se crio entre historias mapuches: su familia materna, oriunda de La Pampa, le contó desde su más tierna infancia relatos con relación a la conquista del desierto. Años después, la curiosidad lo llevó a indagar apasionadamente en la realidad de sus descendientes, ubicados al este de la Cordillera. Luego de años de investigación bibliográfica, la tarea documental de campo lo llevó al lugar de los hechos. Allí, encontramos una zona árida, habitada por talladores de piedra, y accesible por camino de ripio. Hoy en día, viven allí un centenar de familias descendientes de la comunidad Namuncurá, mayormente. La historia nos cuenta, casi en tono mitológico, el legado de las Salinas Grandes de Macachín, en tiempos donde la sal tenía el valor del oro para conservar la carne, curtir cuero y hacer la pólvora.

Fundada por su bisabuelo, las calles de Macachín, hasta el año 1914, podían leerse, a su denominación, en la lengua mapuche. Tiempo atrás, los pueblos aborígenes habían recorrido miles de kilómetros hasta llegar allí y esta huella la que la dupla de realizadores desea desandar. Este documental nos lega retazos de una cultura sumamente atractiva, que lamentablemente se está perdiendo, puesto que luego de la Conquista del Desierto sus pobladores autóctonos no pudieron seguir desarrollando su idioma, entre otras consecuencias. Hoy en día, es un lugar de vida natural, de resistencia milenaria, de cultura campesina y de respeto por las tradiciones que, de generación en generación, trazaron su legado hasta aquí.