Pasajeros

Crítica de Santiago Armas - Cinemarama

Perdidos en el espacio

Dos estrellas en ascenso, un director que venía de tener el reconocimiento de la Academia con El código enigma y una trama original que mezcla ciencia-ficción con romance y suspenso. Todo estaba servido para que Pasajeros se convierta en un éxito tanto comercial como artístico, pero algo falló en el camino, como los meteoritos que golpean a esa gigantesca nave espacial que lleva cientos de almas hacia un nuevo planeta, provocando que el armatoste se vuelva errático e indescifrable.

La premisa de Pasajeros es la de dos tripulantes del crucero espacial Avalon, que en medio de un viaje de cien años a una colonia distante de la galaxia, se despiertan de sus capsulas criogénicas antes de tiempo (noventa años antes para ser exactos) y deben sobrevivir solos a bordo de la nave y enamorarse en el camino. Pero no es esa la verdadera historia, ya que lo que ocultan los trailers y el material promocional del film es que quien despierta primero es Jim Preston, interpretado por Chris Pratt, y que tras pasar casi un año en soledad y al borde de la locura y el suicidio, decide despertar a una pasajera para que le haga compañía durante su solitaria estadía. Esa pasajera es Aurora (obvia referencia a La bella durmiente) interpretada por Jennifer Lawrence. Jim le oculta este dato a Aurora haciéndole creer que ella también despertó por una falla del sistema, y así nace una relación particular basada en una mentira y en un hecho éticamente discutible por parte de Jim. Es un tema interesante (¿qué haría uno si estuviera en el mismo lugar del protagonista?) al que la película no le escapa durante su primera mitad, ya que mientras vemos el fluir de la relación entre ambos mientras aprovechan los vastos recursos de la nave, con robots multiuso y salones de juegos virtuales para mantenerse entretenidos, uno siente también la incomodidad de la elección tomada por Jim y no queda otra que esperar la reacción de Aurora cuando se entere de la verdad. Lamentablemente, en su última parte la película se olvida de la cuestión para convertirse en un clásico relato de supervivencia espacial, con la pareja (a la que se les suma un Lawrence Fishburne algo perdido dentro de la trama) dejando de lado sus diferencias para arreglar el crucero en medio de desperfectos, incendios y caminatas espaciales heroicas. No molestarían esos momentos culminantes de no ser por dos motivos. El primero es que Gravedad y Misión rescate ya lo hicieron con mucha más efectividad. Y segundo: porque parece querer borrar esa premisa interesante de la primera mitad, transformando a Pasajeros en un film menos arriesgado, más cercano al romance fácil y mediocre de una adaptación de novela de Nicholas Sparks que a la verdadera historia de decisiones difíciles y dudosa moralidad que debería haber sido.