Pasaje de vida

Crítica de Rodolfo Weisskirch - Visión del cine

Inspirada en una historia real, se estrena Pasaje de vida, dirigida por Diego Corsini –el joven director de Solos en la Ciudad- un cuidado drama transgeneracional con demasiadas pretensiones y resultados a medias.
Las heridas sociales de la última dictadura militar en nuestro país siguen doliendo en el inconsciente colectivo, y hay muchas historias que no se conocen que merecen ser contadas.

Sería fácil hacer una comparación sobre Pasaje de vida con respecto a títulos recientes con argumentos similares, comenzando por Roma, un gran film de Adolfo Aristarain pasando por el “oscarizado” El secreto de sus ojos, de Campanella o la cruda Infancia clandestina, de Benjamín Ávila. Pero hay que tomar cada historia en forma independiente.

Noble en intenciones, pero con demasiadas pretensiones, Pasaje de vida narra la historia de Mario –Javier Godino– un joven español alejado sentimentalmente de su padre Miguel –Miguel Angel Solá-, pero curioso por conocer la verdadera historia de este, quién ha vivido en Argentina durante la década del ´70 militando en Montoneros y que tuvo que emigrar a España para criar a su hijo. Miguel no está bien mentalmente, confunde los tiempos, evoca el pasado. Mientras que Miguel revive sus años de militancia y el romance con una compañera, Mario desea conocer más datos sobre la historia de su madre, asesinada en ese periodo.

La película sucede en dos tiempos distintos, por un lado durante la juventud de Miguel –Chino Darín– y, por otro, en su presente difuso. Corsini narra el pasado, a través de una novela que Mario encuentra escondido en la biblioteca de su padre, y a través de flashbacks del personaje.

Clásico, pero convencional en su estructura melodramática, Pasaje de vida está más cerca de un culebrón televisivo que de un film austero y comprometido. Resulta interesante la construcción de la relación entre el hijo curioso y el padre que no logra conectarse con la realidad. En ese sentido la interpretación de Javier Godino es la más sólida del elenco. Miguel Ángel Solá, también consigue un trabajo verosímil y profundo.

En cambio, la acción que sucede en Buenos Aires durante los años ´70 es más trillada. Por un lado, es ambiciosa por el meticuloso trabajo de arte y reconstrucción de época –aunque hay detalles que desentonan- pero por otro, los diálogos y las interpretaciones parecen forzadas, como imitando modelos de otras películas en vez de construir un autentico lenguaje propio.

La construcción del romance entre Miguel y Diana –Carla Quevedo– funciona por momentos, pero en cambio toda la preparación de los ataques del grupo de Montoneros que integran Miguel y amigos, solo logra generar tensión en el momento en que se concreta un golpe. Después de esta escena –donde vale la pena destacar la precisión técnica y estética de Corsini como realizador- el film decae en un pozo melodramático, donde el pequeño enigma que es el disparador del film –una foto de Mario bebé con una mujer en España- depara en una revelación previsible, que poco aporta al resto de la historia.

Pasaje de vida muestra una madurez interpretativa de jóvenes promesas nacionales como el Chino Darin y Carla Quevedo, pero que son desaprovechadas por un guión con demasiadas subtramas que aportan poco y terminan dispersando al espectador de un argumento central, que nunca cobra suficiente fuerza para mantener el interés por casi dos horas: demasiados personajes secundarios que no tienen profundidad y un núcleo superficial.

Si bien hay detalles técnicos que distraen la atención por la historia brevemente, el principal problema es el guión, los diálogos y algunas interpretaciones que no logran ser convincentes. Un thriller, un coming to age y un drama padre-hijo conectados, en este caso, es demasiado.