Pasaje de vida

Crítica de Marianela Santillán - Proyector Fantasma

Recomponer memorias

Pasaje de vida, el segundo film de Diego Corsini (Solos en la cuidad) inicia presentándonos a Mario (Javier Godino), quien regresa a España luego de algunos años para visitar a Miguel (Miguel Angel Solá), su padre, que sufre una enfermedad neurológica. A partir de ese cuadro clínico, Miguel tiene lagunas mentales, no recuerda demasiados acontecimientos recientes, y se le dificulta diferenciar el pasado y lo actual. Sin embargo, este hombre ya mayor, repite constantemente frases y nombres, en especial el de Diana, a quien dice querer encontrar. Pero ¿quién es Diana?

Con más dudas que certezas, Mario comienza a investigar y rastrear el pasado de su padre, ya que cree que estos dichos, tienen algo que ver con sus años de militancia en Montoneros, justo antes del Golpe de Estado en 1976, hecho por el cual éste debió exiliarse en el país europeo. Así, mientras la enfermedad crece, Mario intenta recomponer la relación con su padre, a la vez que lo ayuda a armar el rompecabezas histórico que lo viene perturbando.

En ese punto, la trama de Pasaje de Vida comienza a bifurcarse. Por un lado se muestra la historia actual de ambos hombres en España, junto a una ex novia de Mario, que los ayuda a evocar recuerdos, y a buscar pistas en viejos libros y álbumes de fotos. Por otro se narra el pasado mostrando a un joven Miguel (Chino Darín) junto a Diana (Carla Quevedo), durante sus años de juventud e inicio de militancia. “Pacho” (Marco Antonio Caponi), completa el equipo, como uno de los obreros de la fábrica donde todos trabajan, y como conexión directa entre la joven pareja, y el líder montonero de la zona (interpretado por el propio Corsini).

Con idas y vueltas entre ambos universos temporales, Pasaje de vida relata una de las peores y más oscuras épocas de nuestro país, pero lejos de caer en el lugar común de ubicar la narración en un centro de detención, Corsini opta por poner el foco en la militacia, con todos los aciertos y errores en que incurre el joven grupo de –así llamados en esa época- “subersivos”, elección que distingue al film, de otros con la misma temática.

A pesar de tal innovación, el guión por momentos resulta tedioso, ya que cae en ciertos clichés que le quitan intensidad o emotividad, generando que sólo unas pocas situaciones de tinte romántico o cómico, se sientan genuinas; mientras que los momentos de supuesta tensión o de intensidad, resultan fallidos, en parte por la pobre laboral actoral de Darín y Quevedo, al punto incluso de sentir que al film le sobran unos cuantos minutos. Como contraposición, las interpretaciones de Solá y Caponi resultan lo mejor del film, generando verdadera empatía y vigor en una película que no teme los riesgos.

Sin embargo, Pasaje de Vida resulta una producción interesante de ver, sobre todo para comprender y tener un panorama más completo de cómo era la vida durante esos años, y que disyuntivas morales se presentaban en estos jóvenes, antes de accionar o planificar un operativo en pos del futuro bien común.