Pasaje de vida

Crítica de Cecilia Sanchez - La Voz del Interior

Memoria e identidad

La película Pasaje de vida reflexiona sobre la militancia y los ideales de la juventud en los años ´70, con el Chino Darín en un correcto protagónico.

La enfermedad de su padre Miguel (Miguel Angel Solá) hace regresar a Mario (Javier Godino) a España, después de varios años de exilio. El hombre ha sufrido una nueva embolia y acusa una enfermedad neurológica que le afecta la memoria y lo ancla al pasado. La relación entre ambos, se adivina, no es de lo mejor. Con este panorama arranca Pasaje de vida, en un presente que, sin embargo, es luminoso. En breve, a partir del borrador de una novela que Mario encuentra en una papelera, la historia se trasladará hacia los años oscuros de la Argentina, previos a la última dictadura militar, cuando un joven Miguel se convertía en Montonero y se enamoraba de una compañera de armas, Diana. Quién es esa misteriosa mujer y qué influencia tuvo en su vida son los interrogantes sobre los que se desenvuelve la trama.

Así, a través de dos tiempos narrativos, este drama dirigido y coguionado por Diego Corsini (Solos en la ciudad) visita los años 70 con una minuciosa y exquisita ambientación de época, planteando un relato más bien del tipo sentimental sobre el ayer. Contada desde el punto de vista de los considerados “subversivos”, la película reflexiona sobre sus ideales previos al Golpe de Estado, la militancia fabril, el paso de la lucha política a la lucha armada, y lo que significó todo ello para muchos jóvenes que debieron pasar a la clandestinidad, abandonar el país o terminar muertos. Un periodo no exento de repasos, que continúa vigente en la memoria colectiva. Todo eso es llevado adelante por una versión remota de Miguel a cargo de un correcto Chino Darín, acompañado por Carla Quevedo como Diana, y un encantador Marco Antonio Caponi como “Pacho”.

El filme no aporta nada nuevo sobre la época ni pretende polemizar sobre la "complejidad" de la problemática. Es más, el "enemigo" prácticamente ni se corporiza, es distante y aparece como una fuerza intangible, insustancial: es un policía al acecho que casi no habla, es un malvado entregador en la fábrica, es un mensaje de la Junta Militar por la radio. Más bien, la cámara hace foco en lo que significó para esos pibes el choque generacional: se escucha de los adultos "guerra" y "algo habrás hecho" a la hora de evaluar la situación que atraviesan sus hijos.

En el presente, mientras tanto, Mario descubre ese costado desconocido de su progenitor, pero también intenta reparar un romance que quedó trunco. Como en un rompecabezas, además de la memoria, Pasaje de vida pone sobre la mesa cuestiones como la recomposición familiar y la búsqueda de la identidad, en especial la de los exiliados políticos (en España, en este caso) y los sobrevivientes de un pasado nefasto.