Partir

Crítica de Francisco Nieto - CineFreaks

La amante inglesa

El cine está colmado de historias de amor trágico, intensas, vividas de una manera absoluta y única por los protagonistas. El peor riesgo que corren este tipo de películas es concluir en la banalidad absoluta, forzar demasiado la descripción de los acontecimientos y las emociones y caer progresivamente en la ridiculez (El paciente inglés quizás sea el ejemplo más claro de este tipo de films). Aquí, en menor medida, en esta Partir que ahora nos ocupa, también atisbamos esa lenta agonía de una historia cuyo planteamiento inicial no cumple para nada sus expectativas finales.

La realizadora francesa Catherine Corsini, quien alcanzara cierto reconocimiento con la comedia generacional La nueva Eva (La nouvelle Eve, 1999), comentó en algunas entrevistas que quería una historia contada desde una perspectiva exclusivamente femenina. En gran medida: un relato feminista para defender a todas aquellas mujeres que, una vez casadas, siguen siendo dependientes de sus maridos en todos los sentidos y no desarrollan su propia vida personal. La película logra comunicar esta buena intención, aunque el mérito sea más de la protagonista, una excelente Kristin Scott Thomas (casualidades de la vida también protagonizó El paciente inglés), quien sabe dotar en todo momento a su personaje de una espesura y una falta de concesiones que enriquece su presencia en pantalla. Sin embargo, cuando la explosión de sentimientos inunda la pantalla y las escenas más comprometidas hacen acto de presencia, la mano de Corsini se muestra menos precisa y más trivial, un poco menos creíble.

El triángulo amoroso que tiene a Suzanne como eje central y a Iván (Sergi López, quien ya había trabajado anteriormente con la directora) y a Samuel (Yvan Attal) en los lados opuestos, no acaba de transmitirnos la fuerza y la intensidad derivadas del torrente de emociones creado cuando la primera se enamora perdidamente del segundo, un obrero español al que contrata el tercero en discordia, un marido incrédulo que no sabrá asumir la marcha de su mujer a los fornidos brazos de su amante.

Hay un cierto aire de impostura que palpita en cada fotograma: no tan solo la protagonista engaña a su marido, sino que la directora nos induce a creer que nos hallamos ante una experiencia única; ante un amor sin barreras original, cuando lo contado lo hemos visto mil y una veces. Y por si fuera poco, se permite la libertad de utilizar algunos fragmentos de músicas de películas de Truffaut, compuestos por Georges Delerue y Antoine Duhamel, con el firme propósito de dotar al conjunto de una dimensión romántica adicional.

De todas formas, hay que reconocerle a Partir algunos méritos que no deberían pasarse por alto: su estructura de escenas cortas que acaban en un abrupto fundido a negro y ayudan a crear un ritmo en la narración bastante interesante, aunque una vez sabidos por dónde van a ir los tiros (nunca mejor dicho, y si no ya verán porqué) pasa de ser un recurso efectivo a una simple reiteración en la forma que acaba por no aportar nada novedoso en el tramo final del film.

También hay que reconocer una acertada sensualidad en las escenas de sexo entre los atribulados amantes (el cine francés le ha tomado el gusto a desnudar continuamente a Sergi López, y sus personajes suelen tener aventuras bastante subidas de tono con mujeres que han entrado en su más esplendida madurez), aunque en algunas ocasiones se les vaya un poco la mano, como en esa secuencia bucólica en la que los apasionados se aparean como Dios los trajo al mundo ante la única mirada de la inmensidad de la naturaleza.

A partir de entonces, la violencia, física y psíquica, hace acto de presencia en el guión derivando hacia un último tercio en el que se desencadena la tragedia, aunque para entonces el interés por el porvenir de los afectados ya ha dejado de interesarnos lo suficiente y su final, supuestamente abierto, vaya fluyendo en nuestras retinas sin posibilidad de retentiva.