Parasite

Crítica de Horacio Bernades - Página 12

"Parasite": los de arriba y los de abajo

La ganadora de la Palma de Oro del Festival de Cannes 2019 es una sátira social que propone una representación geométrica de la sociedad. 

Isidoro Blaisten tiene un cuento famoso llamado “Los tarmas”, protagonizado por una familia que vive de los velorios ajenos. El clan protagónico de Parasite(¿por qué Parasite y no Parásito, que es lo mismo pero en castellano?) es algo así como un primo (lejano, teniendo en cuenta que son de Corea del Sur) de aquel producto de Casa Blaisten. En su caso no se trata de velorios sino de hacerle el “entrismo” a una familia de muchísimo dinero, a cuyo servicio los miembros del desharrapado núcleo protagónico van consiguiendo empleo, de a uno y hasta completar los cuatro (se trata de una familia tipo, desde ya), casillero por casillero. ¿Llegarán a ocupar su lugar? Si el caos lo permite.

Todas las películas de Bong Joon-ho son sátiras apenas veladas, y todas ellas son también comedias sociales. De la torpeza policial de Memorias de un crimen (2003) hasta la alegoría anticipatoria de Snowpiercer(2013), pasando por el film de monstruos The Host (2006) y el retrato de una madre contra la corriente de Mother (2009), una idea del caos --que es en parte metafísica y en parte social-- atraviesa todos estos relatos. Con su ostentosa contraposición de clase, entre una familia de clase alta y una de clase media-baja, Parasite --ganadora de la Palma de Oro en Cannes 2019 y nominada a seis Oscars-- es la más social de todas. La familia protagónica, con su mezcla de dejadez, ineptitud, carácter impresentable y victimización social real, evoca también una versión light de aquellos Feos, sucios y malos de Ettore Scola.

A través de su ventanal observan cómo un muchacho, excedido de cervezas seguramente, hace pis contra unos tachos de basura que están junto a su casa, y celebran la “fumigación gratis”. Sin trabajo, se les presenta la oportunidad de hacer unos wons armando cajas de pizza, y las arman mal. El hijo varón, Kim Ki-woo (Choi Woo-sik) ya rindió cuatro veces el examen de ingreso a la facultad, y su hermana, que se hace llamar Jessica (Park So-dam) le falsifica el documento para que pueda intentarlo por quinta vez. El padre, Kim Ki-taek (la estrella del cine coreano Song Kang-ho, que actúa por cuarta vez vez con Bong) trabajó como chofer, como empleado de playa de estacionamiento y como repostero, y la madre (Jang Hye-ying) no se sabe. Ahora se le presentó a Kim Ki-woo la oportunidad de trabajar para los Park, una familia de nivel ABC1, que vive en una supercasa diseñada por el padre arquitecto, y no va a permitir que la ocasión “muera” en él. Pero allá por la mitad del metraje, la acción dará la razón a aquello de que siempre hay un roto para un descosido, y allí es donde la teoría bonguiana del caos hará su aparición.

Bong le pone música barroca al aspecto de museo moderno que tiene la casa de los Park (parece el Malba hecho casa) y le contrapone los sótanos de la mansión, pasadizos oscuros donde casi literalmente cualquier cosa puede suceder, sin que nadie se entere. Es una representación geométrica de la sociedad coreana, que se parece a algunas novelas de ciencia ficción: arriba los ricos, abajo los pobres, y hay un “más abajo”. Geométrica es también la oposición entre la casa de los Kim y la de los Park. Ambas tienen sendos ventanales. Uno da a los tachos de basura, el otro a un parque soñado. La palabra que más veces se menciona en la película es “plan”. Todos tienen, o tienen que tener, algún plan. Aunque es probable, anuncia el filósofo ¿zen? Kim Ki-taek, que a la larga todos los planes se desbaraten. A eso tiende tiende Bong en su fábula, enchastrando con sangre y cuchilladas una fiesta de cumpleaños infantil. Lo que Bong no permite es que la propia película se le desbarate. Ganadora de varios premios al mejor guion, Parasite tiene un plan así llamado y lo cumple estrictamente, desde el primer al último plano.