Papirosen

Crítica de Jesica Berman - Fancinema

El tiempo recobrado

Papirosen, la segunda película de Gastón Solnicki, nos llega en forma de home-movie, un documental que surge de una serie de registros familiares que el director va capturando a lo largo de diez años a partir de la noche del nacimiento de su primer sobrino, Mateo.
El holocausto y las marcas traumáticas que dejó en las generaciones siguientes son el eje central del film. Una familia judeo argentina es a la que se mira y recuerda todo el tiempo. A través de sus viajes por el mundo, sus discusiones familiares, reencuentros, nacimientos, divorcios, enfermedades, una mezcla de situaciones y acontecimientos que por momentos son divertidos pero que a su vez nunca dejan de estar atravesadas por el dolor, sentimientos y culpas que padecen las cuatro generaciones de esta familia.
El relato está construido a partir de los registros fílmicos que tomó el director. Los intercala reiteradas veces con el material archivado por su abuelo, Janek, del cual también se habla en la película, quien solía filmar a su familia durante los primeros años en los que llega al país junto a su hijo Víctor, padre del director, y su esposa Pola, la abuela y narradora principal del documental. A través de ella somos introducidos en la intimidad de la historia familiar.
Solnicki en Papirosen -una canción tradicional en idish que escuchaba su padre de chico- se introduce en las claves de la búsqueda de su propia identidad que parecieran ser esa condensación apretada de momentos íntimos, como el relato del suicidio de su abuelo o el divorcio de su hermana. Toda situación de alegría, todo acontecimiento de tristeza son apropiados por el realizador de una manera casi obsesiva, al querer recuperar todo aquello que inevitablemente se pierde en el transcurso del tiempo con la muerte de los seres queridos.