Papeles en el viento

Crítica de Rosa Gronda - El Litoral

Fútbol y sentimientos

Desde Osvaldo Soriano y Roberto Fontanarrosa, hasta Eduardo Sacheri, la literatura sobre fútbol y su mística conforma con distintos estilos al menos en esta parte del mundo una especie de subgénero rápidamente identificable, que se ha trasladado también al cine. Navegando entre el clima de comedia, con muchos enredos y situaciones costumbristas, “Papeles en el viento”, basada en la novela de Eduardo Sacheri, aborda la tragedia de la muerte que repercute sobre un largo vínculo de amistad entre cuatro hombres unidos por el barrio y la pasión del club de sus amores. Los protagonistas -que se conocen desde niños pero ya están cuarentones- son: un profesor (Peretti), un abogado ambicioso (Echarri) y un comerciante en quiebra (Rago) quienes harán lo inimaginable para llevar a buen puerto los objetivos inconclusos de “El Mono” (Diego Torres), víctima de una enfermedad terminal y padre de una niña de nueve años.

El único capital que dejó “El Mono” es un jugador de fútbol mediocre que juega en un equipo de Santiago del Estero y que compró en su momento por 300.000 dólares con el dinero de una indemnización, lo que los hace herederos de la ira de su ex esposa (Cecilia Dopazo) que aborrece el entorno futbolero de quien fue su pareja.

La trama se inicia precisamente cuando los amigos de “El Mono” deciden una estrategia para vender a ese jugador desprestigiado, apelando a mentiras fraudulentas y a un cotizado periodista de renombre para que lo reposicione en el ranking de promesas valiosas. El objetivo es recuperar el dinero de cualquier forma, para asegurarle el futuro a la pequeña hija, sorteando la oposición de la madre, para tomar simbólicamente el lugar del padre ausente.

Códigos irregulares

La trama tiene algunos agujeros y ciertos chistes predecibles, además de una moral poco ecuánime, según la cual la clase media venida a menos puede estafar pero con buenas intenciones.

Con el fútbol de por medio, la película se permite una buena dosis de machismo y también algunos chivos comerciales. El humor no excluye una mirada bastante crítica a los tejes y manejes del mundo del fútbol, con sus representantes chantas, algunos periodistas manipuladores de opiniones a cambio de dinero y jugadores panqueques, que pintan un día para delanteros y otro para zagueros. Aunque toda la trama es para poner a prueba la fidelidad y resistencia del vínculo amistoso de los protagonistas.

La película incluye un reparto interesante, donde sobresale Pablo Rago con un rol diferente a los realizados hasta el momento, tanto en su composición como en su apariencia física, y bien secundado por Peretti, Echarri y Torres. Cabe mencionar la eficaz participación de Daniel Rabinovich (del grupo Les Luthiers) en el rol del periodista deportivo.

Con costuras y todo

“Papeles en el viento” intenta un tipo de película que Hollywood hace muy bien: las que tienen que ver con el deporte y los sentimientos. La historia es simple pero emotiva y con agregados autóctonos de esos que Eduardo Sacheri sabe colocar en el momento justo y que impacta en mucha gente que no suele leer pero sí interesarse por historias de barrio, en las que puede reconocerse, entretenerse y emocionarse. Son relatos especiales, rezumantes de melancolía futbolera, amigos con códigos y otros estereotipos, antes patrimonio exclusivo del tango, que actualmente son canalizadas por los medios de comunicación.

Como en Campanella y Sacheri, el tema de las pasiones: la amistad y el fútbol están muy unidos y conllevan el respeto a la palabra dada, el recuerdo siempre presente del amigo; casi ingenuidades... pero igualmente conmovedoras aunque se les vean las costuras y su considerable dosis de misoginia, compensada con el afecto hacia la niña aunque las esposas parecen compartir el mismo perfil antipático de las suegras. Nada con lo que el público masivo no esté de acuerdo, sino por el contrario, que celebra y sigue con simpatía hasta el final.