Papá por accidente

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Apuros, neurosis, amor

Poco relevante resulta que esta nueva comedia romántica con Jennifer Aniston en piloto automático se haya inspirado en un cuento de Jeffrey Eugenides (responsable de Las vírgenes suicidas) más que haberle encontrado un partenaire ideal como Jason Bateman para jugar los roles de padres modernos e irresponsables.

Producto de los tiempos que corren Papá por accidente (lamentable titulo local para The switch) empieza como una comedia ácida que pone en primer plano los conflictos de un neurótico de Nueva York –que no es Woody Allen- llamado Wally (Jason Bateman) que se verán agravados cuando su amiga solterona Kassie (Aniston) le pida ayuda para encontrar un donante de semen, dado que su cuarto de hora para la maternidad está pasando y prefiere embarazarse artificialmente para luego buscar un padre en el futuro.

Podría decirse entonces que la premisa de las decisiones apresuradas que conducen a situaciones problemáticas se dispara en el momento en que por una circunstancia azarosa Wally reemplaza el esperma del donante por el suyo, en otro acto de desesperada irresponsabilidad.

Hasta este punto la comedia dirigida por la dupla Will Speck y Josh Gordon (Deslizándose a la gloria) transita por los carriles convencionales, aportando una serie de secundarios graciosos entre quienes se destaca Jeff Goldblum como el amigo experimentado de Wally. Sin embargo, lejos de agotarse en la anécdota de la madre soltera y el neurótico pesimista, tras una elipsis de 7 años el relato introduce el conflicto de la crianza de un niño bastante particular (poco sociable e hipocondriaco) sin una figura paternal sólida y prácticamente sin familia.

Así las cosas, la figura de Wally pasa a ocupar el centro -junto al niño- al transformar su neurosis en los prolegómenos de la paternidad a distancia, primero como el consabido amigo que cuida a la criatura cuando mamá sale con su novio y luego como sostén afectivo ya que no puede contarle a kassie la verdadera historia y mucho menos a partir de la irrupción de un tercero (Patrick Wilson), antiguo donante que se enamora de ella pero que no logra conectarse con su supuesto hijo.

La química faltante entre Bateman y Aniston se compensa con creces cuando entra en escena el pequeño Thomas Robinson, mimetizándose con los comportamientos y actitudes de su verdadero padre y entregando el costado dramático y emotivo para coronar una ajustada comedia romántica (no solo es el amor de pareja sino el de padre e hijo), con aires de moralina políticamente correcta, que sin embargo puede disfrutarse.