Palabras robadas

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Ficciones

Las decisiones y la culpa atraviesan el universo de esta ópera prima, Palabras robadas –título poco feliz para el original The Words- que apela al trillado recurso de la ficción dentro de la ficción, como si se tratara de un elemento novedoso que no hace más que trasladar a la pantalla una fórmula tan vieja como el cine mismo.

Los guionistas y directores debutantes Brian Clugman y Lee Sternthal (Tron: el legado) toman la estructura narrativa de un mecanismo de cajas chinas para introducir tres historias, cuyo nexo es un libro y del que se desprenden diferentes capas o ramificaciones que cuentan con el protagonismo de un personaje, siempre escritor.

Así las cosas, todo comienza con la lectura en público del primer capítulo de una novela a cargo del exitoso Clay Hammond (Dennis Quaid), quien narra la desventurada existencia de un joven aspirante a escritor Rory Jansen (Bradley Cooper), cansado de los fracasos editoriales y a punto de echar todo por la borda.

Sin embargo, un elemento azaroso durante su viaje de luna de miel con su esposa Dora (Zoe Saldana) en Paris modifica el curso de los hechos y como por arte de magia el escritor fracasado se transforma en la revelación de la literatura joven al publicarse su novela donde cuenta las peripecias de un joven soldado en la Segunda Guerra, su romance con una joven francesa y la tragedia tras pocos meses de felicidad junto a ella.

La popularidad del joven Rory lo vuelve más vulnerable y cierto secreto que pretende resguardar (unos papeles que encuentra en un viejo maletín en Paris) rápidamente se revela a partir de la introducción de un personaje misterioso interpretado por Jeremy Irons.

No sería adecuado avanzar desde este lugar en el relato cuando desde el título local se puede anticipar en qué radica el verdadero secreto y por qué gran parte de este argumento toma como uno de los ejes narrativos la culpa sin posibilidad de redención alguna. Lo cierto es que en el campo estrictamente de la ficción habría lugar para la justicia poética pero como en este caso se trata de establecer un límite entre lo real y lo ficticio esa carta no se jugará jamás.

La moraleja un tanto fácil de comprender y en definitiva lo que da forma a la trama se sintetiza en la premisa de que una vida es más importante que una novela, o que las palabras que construyen esa ficción basada en el hecho real, aunque para eso los autores se hayan tomado cien minutos de película; agregando personajes sin demasiado peso más que el funcional al guión como es el caso de aquel interpretado por la bella Olivia Wilde, quien no aporta mucho pero actúa de elemento revelador para que la historia cierre no tan caprichosamente -como parecía- al entrelazar las dos ficciones, en las que la presencia del anciano misterioso opaca a la figura del joven escritor.

La falla fundamental de Palabras Robadas no es otra que su predictibilidad, a pesar de los giros y vueltas de tuerca para desviar la atención del espectador y sostener un drama bastante elemental que sale a flote gracias a las buenas interpretaciones de Irons y Bradley Cooper.