Palabras robadas

Crítica de Lucas Rodriguez - Cinescondite

The Words aprovecha el tema del plagio literario para poner en evidencia un ambicioso juego de cajas chinas que se toma a sí mismo demasiado en serio. El film aborda tres historias conectadas por la literatura, los libros, las palabras. Tres historias, cada una más intensa y mejor que la anterior, que siguen una línea temporal evidente: la primera centrada en la posguerra parisina, la segunda abarca la anterior en una Nueva York actual a base de recuerdos, y la tercera y última un futuro a corto plazo que engloba a las otras. Todas tienen una conexión y su misticismo romántico.

La película de Brian Klugman y Lee Sternthal no se adentra en la lucha del hombre contra la infinita fiereza de un papel en blanco, juega más a mostrarnos al sujeto ávido de trascender, de lograr dejar su impronta, de conquistar el mundo editorial, de alcanzar la plenitud en su trabajo y llegar a la fama. El segmento del escritor y del ladrón está bien contado y se sigue con facilidad, gracias a un guión preciso y correcto aunque poco original, que no pierde en ningún momento el objetivo que se marca, que no es otro que el de jugar entre lo real y lo inventado, entre una vida en que la que se esquivan las consecuencias de las decisiones y otra en la que se asumen. Por eso, por encima de los pormenores de aquel manuscrito oculto y perdido, preferimos centrarnos en ese novelista de éxito entre el remordimiento y la imaginación, el pasado real y el rescatado.

La presencia de Jeremy Irons llena cada una de las escenas en que está, y su rostro convence más que todas las palabras que se puedan escribir. Frente a él, a Bradley Cooper no le queda más que secundarlo como puede y tratar de no rebajar el conjunto, aunque siga cimentando su calidad actoral en dramas del estilo. A su lado están los correctos Dennis Quaid y las bellezas femeninas de Zoe Saldana y Olivia Wilde para formar un elenco heterogéneo de peso y de mejor ver.

The Words propone una interesante reflexión sobre el oficio de escritor y en concreto sobre las antonimias realidad-ficción y verdad-mentira, determinantes en la literatura. De corta duración pero amable en calidad, es una interesante moraleja que de vez en cuando siempre regresa al cine para marcarnos que algunas cosas nunca cambian.