Palabras robadas

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Hace unos años el publico porteño tuvo la posibilidad de ver “Lila, Lila” (2009) de Alain Gsponer, dentro del festival de cine alemán, tal el origen de este filme.

“Palabras Robadas” esconde dentro de sí misma, sin nombrar la fuente, la idea principal que desarrollaba el filme germánico.

Un joven con proyecto de ser escritor encuentra, por casualidad, el texto de una novela escrita hace muchos años, pues el papel, el tipiado en máquina de escribir, y la carpeta de cartulina que lo guarda, dan cuenta de su antigüedad.

Éste se apropiara de el, pero no contaba con el éxito que significaría la edición de esa novela, que no sólo se convierte en un best seller (libro más vendido), sino que lo catapultará como el mejor escritor del año.

Pero la maquinaria de Hollywood sabe como disfrazar los orígenes, es por eso que aquí estaremos en presencia de tres historias que podrían encerrarse en una sola.

La apertura de la narración es con un plano donde se puede ver un libro con el titulo “The Words” (titulo original del filme), con Clay Hammond (Denis Quaid) como un exitoso escritor, en lectura pública de su última novela ante un auditorio colmado, una practica más común de lo que se cree. Así nos instala en la primera de las historias.

En ella nos cuenta, y ya entramos en la segunda, la fábula de ese escritor nunca publicado y menos conocido, Rory Jansen (Bradley Cooper), quien tiene la suerte de encontrar un manuscrito que usurpará y que sellara su destino.

A instancia de su pareja, la bella Dora Jansen (Zoe Saldana), lo publica como suyo obteniendo un éxito espectacular.

Pronto nos revelaran quién es el autor de ese manuscrito, la tercera historia, un anciano sin nombre (Jeremy Irons) que lo escribió durante su juventud, cuando estuvo destinado en París tras la segunda guerra mundial.

Allí, en París, encontró y perdió no sólo al amor de su vida, ese que se convirtió en la musa inspiradora de su relato de tintes autobiográficos, sino que además su mujer perdió el manuscrito.

Esta realización es una muestra de lo que se conoce como guión de hierro, donde cada plano, cada elemento que construirá el relato general, esta puesto de manera precisa y justa, como si hubiese sido sacado del “Manual de Guionista” de Syd Field, profesor de guión en la Universidad de Harvard.

Trabajado con cortes temporales, idas y vueltas sobre los tiempos narrativos, para que el entramado de las historias vayan haciendo progresar unas a otras, tratando de construir una especie de suspenso, que no se vislumbra demasiado en la pantalla, a diferencia de como lo hacia “Muerto al Llegar” (1988), pero con una precisión de reloj en cuanto al armado, con el agregado de la banda sonora jugando sólo para resaltar un clima que nunca se logra de manera definida.

Es por eso que quien relata las historias posee la suya propia, con sus propios fantasmas, que se empezarán a revelar cuando, luego de terminada la lectura de su novela, Clay, cincuentón bien conservado, es abordado por la joven y extremadamente agraciada Daniella (Olivia Wilde) y lo que en apariencia es la subyugación de la belleza por el saber o el talento, termina por ser un duelo de gato y ratón, sin resolución figurada, lo que hace extenderse más de lo necesario al producto en general tornándolo perezoso.

Por supuesto que todo esto también es utilizado por los guionistas y directores debutantes, Brian Klugman y Lee Sternthal, con el fin de instalar temas y discursos propios como la lealtad, el honor, el talento, la culpa, el amor, la seducción del poder, y el poder de la seducción. Todo sin el menor indicio de calor humano.

Sí es para destacar las actuaciones, muy buena la performance del ascendente Bradley Cooper, con los gestos habituales del siempre sólo correcto Dennis Quaid, y un compendio de actuación por parte de Jeremy Irons, el que hace más creíble y querible a su personaje.