Palabras robadas

Crítica de Emilio A. Bellon - Rosario 12

Espejos de la ficción en cajas chinas

Aunque no tuvo la respuesta esperada en el público argentino, el film protagonizado por Jeremy Irons y Bradley Cooper, sobre un escritor exitoso, sorprende con una serie de preguntas que se abren sobre el final, con encuentros y reencuentros.

Pese a su elenco, particularmente en lo que compete a los roles masculinos; a pesar de que entre estos nombres figure quien para mí es uno de los más grandes talentos de las últimas décadas, Jeremy Irons, Palabras robadas, la opera prima de estos jóvenes directores, conocidos fundamentalmente como actores de series de teve, no logró en el país la respuesta esperada. Ya el film remite, en principio, a la escritura de un primer guión presentado, sin que haya sido tenido en cuenta, a principios del 2002. Y es sobre el tema de la creación literaria, sobre la escritura de una novela, que Palabras robadas, o bien como se la conoció en España, El ladrón de palabras (aunque creo que le cabe más su original, The Words, Las palabras), invita a reflexionar desde un cautivante tono de intriga, que encuentra un lugar de bisagra entre el pasado y el presente.

Construida a la manera de un sugestivo y por momentos especular juego de cajas chinas, Palabras robadas ofrece una alquímica composición de suspense en clave de melodrama, que se va orquestando desde una escritura de una vieja máquina de los años de la segunda guerra, que se proyecta y se vuelvo eco en el teclado de un computer, animadas desde la voz de alguien que lee frente a un Auditorium que escucha expectante.

Y a medida que avanza el relato, desde una voz confidente que nos remite a aquella primera página en blanco, las diferentes vivencias de cada uno de sus personajes se van entrecruzando en un interlineado sombreado de dudas y sospechas. Frente a una crisis creativa, el escritor neoyorquino Rory Jansen, tras haber luchado de manera desesperada con sus propios fantasmas y sumido en el desaliento, podrá finalmente ver publicada su novela ambientada en el París de la postguerra. Su admirado Hemingway, desde uno de sus estantes, quizá será quien conozca el revés de esta trama.

Como en Barton Fink de los Coen (1991), Almuerzo desnudo de David Cronemberg (1992), o bien El ladrón de orquídeas de Spike Jonze, estrenada en el 2002, entre otras, Palabras robadas se acerca a lo que es el origen de un acto creativo, del mismo jugar con la ficción, en este, ahora, pendular temporal, que sorprende con una serie de preguntas que se van abriendo sobre el final; a medida que se van dando ciertos encuentros y reencuentros, a partir de que los planteos sobre las conductas, sobre los comportamientos, sobre los interrogantes éticos, dejen a sus personajes frente a sí mismos, frente a nuestra propia mirada y ante nuestras propias reflexiones.