Palabras robadas

Crítica de Diego Curubeto - Ámbito Financiero

Lo mejor, Irons, pero tarda demasiado

Para empezar, un drama literario en el que Dennis Quaid interpreta a uno de los grandes escritores de su época ya de por sí va a resultar inverosímil. Luego, la estructura de relato dentro de un relato que también puede incluir un relato está hecha sin demasiada gracia, aunque el formato no deja de mantener al espectador con la esperanza de que oculte alguna sorpresa un poco mejor.

En realidad, la gran sorpresa es la calidad de la actuación de Jeremy Irons, aunque para que aparezca a ofrecer semejante novedad hay que esperar hasta bien promediada la proyección.

Dennis Quaid es el narrador que abre el film leyendo ante un auditorio algunas páginas de su nuevo libro, que igual que el título original se llama, pretenciosamente , "The Words". Es la historia de un joven escritor cuya obra no interesa a los editores, hasta que su vida se vuelve rutinaria y decide tomar un trabajo humillante en una editorial esperando el momento en el que algún compañero de trabajo de mayor rango se interese por su obra. Eso no sucede, pero el protagonista se casa, va de luna de miel a Paris, y ahí su esposa encuentra un portafolios antiguo que, con un poco de limpieza, puede quedar bien. El asunto es que dentro del portafolios hay un antiguo manuscrito mecanografiado en inglés, con una novela asombrosamente buena, que el joven escritor frustrado no tarda en plagiar letra por letra, lo que le permite triunfar.

Bradley Cooper ya habia hecho de escritor con más garra en un film sobre una nueva droga maravillosa que provocaba inteligencia artificial, y un poco de esto le hubiera venido bien a su plagiario personaje. En cambio, Irons no necesita doping para contar con más pasión la historia del joven que realmente escribió ese relato en la París de posguerra, aunque el film nunca logra transmitir en imágenes el sufrimiento del que surgió esa novela plagiada. Por último, el encuentro casi romántico entre el escritor original, Dennis Quaid, y una fan joven y bella, Olivia Wilde, sólo conduce a que la película dure más de lo razonable.

Es una película que no está mal filmada y por momentos está bien actuada. A las imágenes les falta soltura y personalidad, y la música insistente tapa toda posibilidad de clima. En cuestiones literarias, hay cosas que hay que dejarlas en los papeles.