Pájaros volando

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Encuentro cercano con humor de otro tipo

Cuando hace 7 años se estrenaba Soy tu aventura, film presentación de la sociedad Néstor Montalbano-Diego Capusotto-Luis Luque, el cine argentino volcado a la comedia por fin incorporaba el humor inteligente y paródico; el guiño autorreferencial como marca indeleble; el uso del lenguaje con fines humorísticos y por sobre todas las cosas la ruptura con viejas prácticas y códigos emblemáticos de una época dotada de películas huecas, mediocres y mal realizadas.

Como toda novedad, esa apuesta trajo acarreadas aristas positivas y negativas en la misma proporción, encontrándose entre las negativas la sensación inequívoca de que debería hallarse en el futuro un público dispuesto a la complicidad y a la decodificación poco sencilla de este tipo de películas, cuya base de experimentación no fue otra que la televisión y su introducción de programas como Cha cha cha (anteriormente De la cabeza) y en su última etapa el boom de Todo por dos pesos que indiscutiblemente elevó la figura de Diego Capusotto al rango de capo cómico.

Afortunadamente ese público cautivo de los primeros años se fue acrecentando gracias a la internet (entre otras cosas) y a la gran cantidad de fanáticos que adoptaron este estilo como un rasgo de identidad caracterizado sin lugar a dudas por el desborde, lo bizarro, el absurdo y la ironía, revestida de una pátina de melancolía o nostalgia por un pasado mucho más ingenuo que el presente fragmentado y oscuro ya instalado entre nosotros.

Por todas estas características mencionadas anteriormente resultaba prácticamente imposible que Pájaros volando, segunda entrega del tándem Montalbano-Capusotto-Luque, defraudara a aquellos que gozaron a rabiar con Soy tu aventura y sedujese tibiamente a un segmento del público que ya conoce las andanzas de Capusotto y compañía. Desde ese punto de vista el objetivo está más que cumplido porque se trata de una historia en registro de parodia al cine de clase B en cuanto a las películas sobre extraterrestres; un homenaje inesperado al rock argentino con figuras representativas de diferentes etapas, como por ejemplo Miguel Cantilo por los 70, Miguel Zavaleta (vocalista del grupo Suéter) por los 80 y Claudia Puyó, la Janis Joplin argentina por antonomasia, sin dejar de lado por supuesto a la banda de rock integrada por grandes músicos como Rodolfo García, Willie Quiroga, Ciro Fogliatta y Héctor Starc, quienes acompañan a Capusotto y Luque en el tema de la película (escrito por el mismo Capusotto con música de David Lebón).

Por otro lado, resulta innegable la referencia constante a la televisión argentina, contando entre el elenco con nada menos que Juan Carlos Mesa, quien le presta a Montalbano su entrañable gaucho Matildo con una generosidad conmovedora; la sorprendente actuación del luchador de Titanes en el ring que personificaba a Julio César y el cameo del actor que interpretaba al boxeador maltrecho Ñoqui en el mítico programa hiperhumor (un verdadero hallazgo que pasa desapercibido). Pero los nombres no cesan en esta convocatoria hecha por Montalbano, ya sea en carácter de cameo o de personaje pequeño, donde se pueden encontrar a Norberto ‘Ruso’ Berea, Víctor Hugo Morales y hasta Antonio Cafiero, que se lleva el mejor fragmento del film dejando traslucir su madera de político y su aire campechano representando no sólo una ideología a la cual adscribe el film sino el humor sobre la clase política en contraposición con la burla habitual.

Sin embargo, si faltaba algo para remarcar la idea del absurdo es el pretexto de la historia en sí misma el que lo consigue. Puede sintetizarse como el encuentro de un grupo de hippies, asentados en las sierras cordobesas, con unos extraterrestres que los abducen y el reencuentro -tras varios años de ausencia- de José (Diego Capusotto) y Miguel (Luis Luque), primos que en un pasado compartían un grupo de rock que había llegado al éxito con un hit en los 80 y luego se pelearon y alejaron mutuamente tomando cada uno rumbos diferentes.

De esa columna vertebral en la que no se puede negar la capa melancólica y la capacidad de Montalbano para imbuir al relato en una atmósfera pueblerina, se desprenden ramificaciones diversas que a veces tienen resolución y otras simplemente irrumpen sorpresivamente como el viraje hacia lo onírico, el coqueteo constante con la apología del consumo de marihuana y la fuerte presencia de iconos del teatro under argentino como Verónica Llinas, Alejandra Flechner (ex Gambas al ajillo) y Damian Dreizik (ex Melli), quien además de escribir el guión se reserva el papel de antagonista de Luis Luque: un ecologista de izquierda que pretende educar y aleccionar a un niño producto del sistema de consumo que prefiere productos artificiales más que naturales en clara mirada irónica hacia los cultores de la era de Acuario y la filosofía New age.

No conviene seguir adelantando aspectos de la trama sin antes terminar diciendo que Pájaros volando es entretenida y creativa, aunque inevitablemente despareja en cuanto a los remates de comicidad que muchas veces se pierden en el homenaje o la intención y otras aciertan en el blanco, como por ejemplo la secuencia con el payador ultranacionalista y sus rimas que no riman.

Cabe destacar que Capusotto esta vez aparece en un escalón por debajo de las expectativas (quizá el personaje de José no le ayuda) confirmando que se desenvuelve mucho mejor cuando se apela a su versatilidad y espontaneidad, que aquí brillan por su ausencia.