Pájaros de verano

Crítica de Gustavo Oviedo - Es la cuarta pared

El lugar es el norte de Colombia, donde se asienta la comunidad “wayuu”, en la península de la Guajira, de ancestrales costumbres y rígidos rituales. Los años 60′ a los 80′ es el tiempo de la narración. En los 60′ es cuando en la juventud norteamericana se desarrolla a pleno la cultura hippie, de desapego por el consumo, distante del “american way of life” y consumidora de la marihuana.

El film da cuenta del origen del narcotráfico en Colombia, del modo en que los agricultores mutan su cultivo a esta hierba que les brinda astronómicas ganancias. Y con ello, un inevitable cambio en las costumbres, las maneras del intercambio y, obviamente, la modificación del concepto de pertenencia y las relaciones de poder.

La adolescente Zaida da término a su encierro de un año, rito iniciático que todas las niñas wayuu deben cumplir, para superar el umbral y convertirse en aptas para el matrimonio y la procreación. En la fiesta de culminación del rito, un joven llamado Rapayet, también wayuu pero de otro clan, pide su mano. Se le impone una dote prohibitiva, Rapayet es un wayuu con excesivo contacto con los “alijunas” (blancos, negros, mestizos, en suma: los otros).

La holgura de la dote tiene como fin desalentar a Rapayet, pero no resulta. El joven encuentra en el comercio de la marimba (marihuana), en pequeñas cantidades al principio, la forma de hacerse con Zaida. Pero…. ¿cómo controlar la ambición propia cuando el dinero fluye a raudales? ¿Cómo controlar la ambición ajena? Y como en todos los territorios donde el narcotráfico impone su presencia, donde los ríos de dinero corren casi al alcance de la mano, donde las armas son como golosinas y las voluntades tienen precio, donde el miedo disciplina y el poder corrompe… nada queda inmaculado. El clan de Zaida y el de Rapayet, los ancestrales wayuu, nada pueden contra fuerzas muy superiores y todo deriva en una bacanal de sangre.

Contada en clave de western y con una estructura en actos (como un drama shakesperiano), hablada en el dialecto wayuu, con un cuidado tratamiento estético y narrativo para no caer en el pintoresquismo, ni que lo antropológico ahogue la fábula, el film fluctúa en las aguas del realismo y del sueño. Ese realismo mágico que floreció con Rulfo, con Vargas Llosa, Carpentier. Y con el colombiano García Márquez. Mundos que se inspiran en lo real maravilloso, tal la cosmovisión wayuu: centrípeta, evocativa, mágica.

La realización es prolijamente rigurosa, con un desarrollo dramático clásico y una edición que mantiene el ritmo in crescendo hasta la catarsis final. Una película para disfrutar estéticamente y comprender los dispositivos que afectan el desarrollo constantemente truncado de estas tierras. Como si Latinoamérica fuera una suerte de Helena de Troya, cuya hermosura desmesurada fuera un designio, también una maldición.

ELENCO: Carmiña Martínez, José Acosta, Natalia Reyes, Jhon Narváez, Greder Meza,

José Cote, Juan Martínez

MÚSICA: Leonardo Heiblum

FOTOGRAFÍA: David Gallego

GUIÓN: Camila Arias, Jacques Toulemonde

DIRECCIÓN: Ciro Guerra, Cristina Gallego

ORIGEN: Colombia / 2018