Paisaje

Crítica de María Fernanda Mugica - La Nación

La amistad adolescente es observada en Paisaje desde una perspectiva personal que le da un aire fresco al tema. La cercanía con los personajes y sus vivencias, tanto metafórica como literal en cuanto a la puesta de cámara, hacen de la ópera prima de Jimena Blanco un film que logra cautivar.

La mínima trama es una excusa para pasar un rato en los noventa, con cuatro amigas adolescentes que se escapan de su oasis de piletas y árboles en algún lugar del conurbano para asistir a un recital en el centro de la ciudad. Cuando pierden una mochila en la que tenían sus pertenencias empiezan a deambular por la noche porteña, con el peligro que eso implica, y sin la ayuda de celulares ni redes sociales, que aún no existían.

Pero Paisaje no es una película de aventuras citadinas. El foco no está puesto en la trama, sino en pintar un retrato muy acertado de la amistad de cuatro chicas con personalidades distintas y la tensión que esas diferencias impone, pero que el lazo profundo que las une termina venciendo, al menos por un rato.

Las jóvenes actrices sorprenden por su naturalidad en la construcción de la relación entre ellas y de cada uno de sus personajes. También llama la atención la forma de evocar los 90 con economía de presupuesto y simbólica; apenas recurriendo a detalles como un teléfono inalámbrico, una remera de Nirvana, aritos de perlas, revistas de papel y hasta una latita de chicles importados en la que una de las chicas esconde los cigarrillos.