Pacto criminal

Crítica de Germán Morales - Proyector Fantasma

Manual de autoayuda para la mafia

La mafia es un tema recurrente en los films. Sobre todo en el estereotipo del mafioso italiano, un recurso que en cierta forma ya se encuentra agotado, y aún así no deja de ser atractivo para los diferentes realizadores. Un poco de eso hay en Pacto Criminal, la película de Scott Cooper, una sensación de volver a ver algo que ya vimos, por eso la referencia a Buenos Muchachos (1990) o a Los Infiltrados (2006, The Departed – que también dramatiza a Whitey Bulger) es difícil de esquivar.

Pacto Criminal empieza por el inevitable final, con la confesión de varios de los exmiembros del grupo mafioso y con la brutalidad de Jimmy Bulger (Johnny Deep) que desde el principio nos muestra la clase de intimidación que impone. El rol está bien interpretado por el actor, que se corrió de los géneros fantásticos y sus personajes excéntricos, para ir a un extremo opuesto que no recuerdo, ni siquiera en Enemigos Públicos (2006). Se trata de un matón que asusta solamente con su pose y mirada, sin necesidad de hablar, y que en su crueldad no tiene contemplación con nadie que pueda arruinar sus planes.

A medida que transcurren las acciones, no sólo observamos el crecimiento de la influencia y el poder del mafioso, ayudado por el agente del FBI, John Connolly (Joel Edgerton), que tiene una relación con Whitey desde la infancia y planea convertirlo en colaborador de la agencia para derrocar a la mafia italiana, aunque se trata de una pantalla para hacer negocios. También Bulger sufre mutaciones y pérdidas que lo distancian de la pantalla, en la cual pasa de ser una imponente amenaza física a una amenaza espectral, simbólica, que está presente en todos lados y que, al mismo tiempo, no pierde potencia. Esto se evidencia en la fotografía oscura y tenebrosa que gana espacio en el film.