Paco

Crítica de Ramiro Ortiz - La Voz del Interior

Túnel hacia alguna luz

Uno de los méritos principales de esta película es que está hecha desde adentro. Su director, Diego Rafecas (que aparece brevemente ante las cámaras, encarnando a un fiscal entrevistado por el periodista Nelson Castro) es un ex integrante del Programa Andrés, una de las primeras y más conocidas organizaciones dedicadas al tratamiento contra las adicciones a las drogas en Argentina. También sumó su experiencia la Asociación de Madres del Paco (la droga fabricada con los desechos de la pasta base de cocaína).

El resultado es un filme vertiginoso y crudo, que golpea varias veces, y de acceso tal vez restringido para un público que busca distracción o al menos concentrarse en temas alejados de la realidad cotidiana de la Argentina.

De todos modos, es justo decir que se trata de un largometraje intenso, dramático, atrapante, inteligente, profundo y con momentos de humor, que en su faceta policial (la que representa la favelización del conurbano bonaerense) no tiene nada que envidiar (en algunos casos hasta podría decirse lo contrario) a producciones similares llegadas desde los EE.UU., o de Brasil, donde el género se ha expandido antes que en otras regiones a partir de títulos como Ciudad de Dios o Estación central.

Las imperfecciones que a algunos pueden molestar, no importan si se pone el foco en la energía, la sensibilidad y las horas de análisis y reflexión volcados en esta película, que muestra con la misma honestidad el costado débil de los seres humanos, de las instituciones que deben socorrerlos, y de la cúpula política que debería velar por todos ellos. Lo que convierte a Paco en un filme diferente, de esos que aparecen cada tanto, es la mirada. Lejos de cualquier apología, el director humaniza a los adictos. Lejos de toda idealización, interpela el celo profesional de los centros de rehabilitación. Lejos de toda demagogia, se introduce en las vidas privadas de los políticos, huyendo de las generalizaciones y del gratuito discurso condenatorio que tan fácil resulta enarbolar a cualquiera en este país tan propenso a hacerse constantes zancadillas a sí mismo.