Paco

Crítica de Marcos Rodriguez - CineFreaks

El peso de la droga

Es difícil escribir sobre una película como Paco porque el tema parece querer sobreponerse a todo. ¿Cómo hablar mal de una película que trata la drogadicción y en particular la adicción al paco? ¿Cómo entrar en consideraciones estéticas cuando lo que se está contando son historias muy terribles que podrían repetirse en la vida real? ¿No tendríamos que sentirnos satisfechos sencillamente con el hecho de que una cuestión como esta se discuta, se trabaje, se hable? ¿Qué tiene que hacer el crítico, entonces?, ¿callar?, ¿buscar cualquier mínimo elemento que encuentre en la película para halagar y pasar a hablar sobre lo terrible que es todo esto? La realidad es que al salir de la sala de cine, no acabamos de estar frente a la situación misma de la drogadicción, sino frente a una película; es decir, un producto hecho a base de elecciones. Y esas elecciones pueden discutirse.

La primera idea que se nos ocurre es que si realmente se hubiera querido hacer una película que informara sobre el tema del paco o lo discutiera, probablemente lo mejor hubiera sido un documental. Historias terribles y personajes interesantes no deben faltar en el mundo de la adicción al paco. Por otro lado, Paco no es de ninguna forma una película que se plantee como un acercamiento transparente o directo frente a un tema complejo. Los mecanismos de su construcción están puestos muy en primer plano. Un ejemplo: la película se abre con una serie muy desordenada de flashbacks que se suceden como en un videoclip y que no vamos a terminar de entender hasta el final, como si se tratara casi de un policial. Hay un misterio, algo que no entendemos, mecanismos narrativos (bastante mal usados) puestos como trampas para el espectador. La historia del personaje de Francisco ("Paco", interpretado por Tomás Fonzi) tiene mucho de anzuelo y resulta muy poco creíble. Si lo que se buscaba no era hacer cine sino recrear ese mundo, un enfoque sincero y directo hubiera tenido mucho más sentido. Pero no, claro, estamos frente a un objeto estético. Y como tal puede juzgarse.

Lo que se cuenta en Paco son las historias de un grupo de drogadictos de distintas extracciones sociales, que por diferentes circunstancias en un momento se reúnen en un hogar de recuperación (dirigido por los personajes interpretados por Norma Aleandro y Luis Luque) para iniciar su tratamiento. Tenemos un poco de sus historias pasadas y vemos mucho de su trabajo de recuperación. Es decir, no hay demasiada narración y en realidad demasiado de nada. Cada personaje está puesto como pieza de un mecanismo de relojería para representar algo. Todos vienen con un mensaje. Y en algún punto del metraje cada personaje revelará palabra por palabra qué es lo que viene a significar.

Toda la película desborda un miserabilismo muy pronunciado. Si hay alguna historia terrible para agregar, se la agrega, y de paso se busca la forma más fea de mostrarla. La cámara parece puesta en cualquier lado, como si Rafecas no supiera del todo qué quiere hacer con ella. Los diálogos, cargados de frases significativas y mensajes inspiradores, no alcanzan nunca la naturalidad y en muchos casos rozan la sensibilidad new age. La torpeza (o la pereza) llega al punto de armar una escena en la que dos senadores hablan por teléfono y discuten (con frases y opiniones que parecen sacados del noticiero de la tarde) el problema, el origen y la solución a la cuestión del paco. Frases como: -Pero si sacás a un narcotraficante va a aparecer otro, porque mientras haya consumo va a haber narcotráfico- o -Sí, por eso hay que luchar contra la adicción, no contra el narcotráfico-, son dignas de cualquier publicidad institucional y francamente dan un poco de vergüenza.

En medio de situaciones grotescas ("Esto es el amor") y actuaciones forzadas, se destaca el trabajo de Juan Palomino, el único actor que logra dar vida a un personaje verdaderamente creíble y cercano a lo humano.